martes, 24 de junio de 2014

Colombia, una sola fiesta

El imparable James Rodríguez (10), una de las grandes revelaciones de Brasil 2014. Cortesía FIFA
Ricardo Rondón Ch.

Según peritos y analistas en esta primera fase de Brasil 2014, los futbolistas más brillantes a la fecha son: Arjen Robben, de Holanda; Neymar Da Silva Santos Junior, de Brasil; y James Rodríguez, de Colombia. Sí, James David Rodríguez Rubio, con pelos y señales, el prodigioso paisita, un crack con rostro de niño que, a sus escasos 22 años, viene de hacer historia en el fútbol internacional, y ahora sienta precedente en esta copa mundo como uno de los más sobresalientes, los que roban cámaras, y los  que figuran en los primeros puestos de la multimillonaria bolsa, en cuanto a fichaje y contrataciones.

Pero sería injusto resaltar un solo jugador criollo, en este caso James, cuando el libreto del profesor Pékerman ha sido equitativo con todos y cada uno de sus pupilos, que en lo que va corrido de la cita mundialista han sabido demostrar su garra, su talento, su sentido de pertenencia con la Selección. Ante la ausencia de Falcao, que cuando se produjo su lesión la prensa amarillista deportiva pregonó como la debacle de la tricolor en Brasil, la orquesta, lo hemos visto en los tres triunfos consecutivos, en el 9 de 9, ha sonado afinada, con los acordes y compases estratégicos que desembocan victoriosos en el entramado del arco, en el grito al unísono del gol. Una espléndida obra sinfónica.

Una orquesta con la batuta de un hombre sabio, con buen oído, sobrio, sin alardes ni posturas de celebridad, que habla lo que tiene que hablar y cuando ve prudente hacerlo; que nunca se le ve un rictus de desespero en la cancha, menos de hilaridad, que hace los cambios necesarios cuando cree justo hacerlos; y que se toma licencias extraordinarias, para nada comunes en otros planteamientos técnicos, como la de cambiar nueve jugadores de la nómina inicial para un partido, como lo hizo con Japón.

Con los nipones, el mejor hasta el momento. El más técnico, versátil y el de mayor confiabilidad que los anteriores, Grecia y Costa de Marfil. Con un James, cómo no, poderoso y arrollador; un Cuadrado que calcula perfectamente los terrenos y las distancias, batallador con la pelota, incisivo en el aérea de candela; un Pablo Armero que la tiene clara como defensa, cuando no como artillero, y un Jackson Martínez de gran factura, que con su doblete, a la salida del Arena Pantanal, de Cuiabá, puso a bailar a ritmo de cha-cha-chá a miles de compatriotas empachados de dicha, goles y fervor patrio.

Colombia, con esta nueva victoria, 4-1 ante Japón, ratifica el brillante momento que atraviesa en Brasil, comidilla de los diarios locales y extranjeros, y debate obligado a puerta cerrada para los otros técnicos, entre ellos el veterano Óscar Washington Tabarez, al mando de Uruguay -que acaba de despedir a Italia-, equipo que enfrentará Colombia el próximo sábado en el mítico Maracaná, uno de los encuentros más difíciles, al decir del propio Pékerman, pero no imposible, si se repasa el prestigio y la respetabilidad que ha cosechado la Selección en Brasil.

Para destacar también la seguridad y el aplomo de David Ospina, carta de absoluta confianza en la cabaña nacional, y la oportuna generosidad del profesor Pékerman cuando le dio una palomita de cinco minutos en el arco a Farid Mondragón, en sus recién cumplidos 43 años, convirtiéndolo en el jugador en activo más veterano en la historia de los mundiales, que no pudo ocultar lágrimas de alegría por lucir con orgullo la divisa tricolor.

Un balance reconfortante que nos llena de optimismo, como debe ser, sin excentricidades, con la cordura que el mismo José Pékerman nos ha participado como ejemplo. Si lo cumplido hasta ahora es suficiente, démonos por bien servidos; si salimos victoriosos ante Uruguay, anunciada epopeya, que esos justos motivos del regocijo y la celebración no se transmuten en dolorosas e irreparables desgracias. Hay que atender la máxima filosófica de los griegos: ‘De nada, demasiado’. Una lección para tener en cuenta por el bien de nuestras familias, de los hijos que son el mañana de Colombia y el mejor estímulo para continuar más decididos y entusiastas en las bregas que emprendemos a diario.

Colombia, por estos días, es una sola fiesta. Una ola amarilla que se levanta ondeante desde el Cabo de la Vela hasta El Galeras, desde la Sierra Nevada de Santa Marta hasta el Amazonas, en sus ciudades capitales, en sus provincias y en sus más apartadas regiones, en aquella aldeas vulneradas por el conflicto armado como Necoclí, la tierra de Juan Guillermo Cuadrado; en Tumaco, en Villa Rica, en el desamparado Chocó de Jackson; en esa Colombia inédita donde niños, jóvenes, mujeres y ancianos levantan alborozados sus brazos para corresponder a las hazañas de la Selección, a ese 9 de 9 que empieza a marcar historia, y del que nos sentimos llenos de fe y esperanza.

Lo que venga después es ganancia.

Entre dientes: la polémica mordida de Luis Suárez (Uruguay) a Chiellini (Italia), podría dejar por fuera al charrúa del partido contra Colombia, por sanción disciplinaria de FIFA. Una baja que nos favorece sobremanera. Especialistas coinciden en que el artillero de la selección uruguaya necesita cuantas antes asistencia psiquiátrica por sus repetidos ataques.

La mordida de Suárez (Uruguay) marcada en el hombro de Chiellini (Italia). El escándalo que sacude a Brasil 2014 laaficion.milenio.com
Lea: Suárez involucrado en una nueva mordida. El Nuevo Herald:
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