El imparable James Rodríguez (10), una de las grandes revelaciones de Brasil 2014. Cortesía FIFA |
Ricardo Rondón Ch.
Según peritos y analistas en esta primera fase de Brasil
2014, los futbolistas más brillantes a la fecha son: Arjen Robben, de Holanda;
Neymar Da Silva Santos Junior, de Brasil; y James Rodríguez, de Colombia. Sí, James David Rodríguez Rubio, con pelos y
señales, el prodigioso paisita, un crack con rostro de niño que, a sus escasos
22 años, viene de hacer historia en el fútbol internacional, y ahora sienta
precedente en esta copa mundo como uno de los más sobresalientes, los que roban
cámaras, y los que figuran en los
primeros puestos de la multimillonaria bolsa, en cuanto a fichaje y
contrataciones.
Pero sería injusto resaltar un solo jugador criollo, en este
caso James, cuando el libreto del profesor Pékerman ha sido equitativo con
todos y cada uno de sus pupilos, que en lo que va corrido de la cita
mundialista han sabido demostrar su garra, su talento, su sentido de
pertenencia con la Selección. Ante la ausencia de Falcao, que cuando se produjo
su lesión la prensa amarillista deportiva pregonó como la debacle de la
tricolor en Brasil, la orquesta, lo hemos visto en los tres triunfos
consecutivos, en el 9 de 9, ha sonado afinada, con los acordes y compases estratégicos
que desembocan victoriosos en el entramado del arco, en el grito al unísono del
gol. Una espléndida obra sinfónica.
Una orquesta con la batuta de un hombre sabio, con buen
oído, sobrio, sin alardes ni posturas de celebridad, que habla lo que tiene que
hablar y cuando ve prudente hacerlo; que nunca se le ve un rictus de desespero
en la cancha, menos de hilaridad, que hace los cambios necesarios cuando cree
justo hacerlos; y que se toma licencias extraordinarias, para nada comunes en otros
planteamientos técnicos, como la de cambiar nueve jugadores de la nómina
inicial para un partido, como lo hizo con Japón.
Con los nipones, el mejor hasta el momento. El más técnico,
versátil y el de mayor confiabilidad que los anteriores, Grecia y Costa de
Marfil. Con un James, cómo no, poderoso y arrollador; un Cuadrado que calcula
perfectamente los terrenos y las distancias, batallador con la pelota, incisivo
en el aérea de candela; un Pablo Armero que la tiene clara como defensa, cuando
no como artillero, y un Jackson Martínez de gran factura, que con su doblete, a
la salida del Arena Pantanal, de Cuiabá, puso a bailar a ritmo de cha-cha-chá a
miles de compatriotas empachados de dicha, goles y fervor patrio.
Colombia, con esta nueva victoria, 4-1 ante Japón, ratifica el brillante
momento que atraviesa en Brasil, comidilla de los diarios locales y extranjeros,
y debate obligado a puerta cerrada para los otros técnicos, entre ellos el
veterano Óscar Washington Tabarez, al mando de Uruguay -que acaba de despedir a
Italia-, equipo que enfrentará Colombia el próximo sábado en el mítico
Maracaná, uno de los encuentros más difíciles, al decir del propio Pékerman,
pero no imposible, si se repasa el prestigio y la respetabilidad que ha cosechado
la Selección en Brasil.
Para destacar también la seguridad y el aplomo de David
Ospina, carta de absoluta confianza en la cabaña nacional, y la oportuna
generosidad del profesor Pékerman cuando le dio una palomita de cinco minutos en el arco a Farid
Mondragón, en sus recién cumplidos 43 años, convirtiéndolo en el jugador en
activo más veterano en la historia de los mundiales, que no pudo ocultar lágrimas de alegría por lucir con orgullo la divisa tricolor.
Un balance reconfortante que nos llena de optimismo, como
debe ser, sin excentricidades, con la cordura que el mismo José Pékerman nos ha
participado como ejemplo. Si lo cumplido hasta ahora es suficiente, démonos por
bien servidos; si salimos victoriosos ante Uruguay, anunciada epopeya, que esos
justos motivos del regocijo y la celebración no se transmuten en dolorosas e irreparables
desgracias. Hay que atender la máxima filosófica de los griegos: ‘De nada,
demasiado’. Una lección para tener en cuenta por el bien de nuestras familias,
de los hijos que son el mañana de Colombia y el mejor estímulo para continuar
más decididos y entusiastas en las bregas que emprendemos a diario.
Colombia, por estos días, es una sola fiesta. Una ola
amarilla que se levanta ondeante desde el Cabo de la Vela hasta El Galeras, desde la
Sierra Nevada de Santa Marta hasta el Amazonas, en sus ciudades capitales, en
sus provincias y en sus más apartadas regiones, en aquella aldeas vulneradas
por el conflicto armado como Necoclí, la tierra de Juan Guillermo Cuadrado; en
Tumaco, en Villa Rica, en el desamparado Chocó de Jackson; en esa Colombia inédita donde niños,
jóvenes, mujeres y ancianos levantan alborozados sus brazos para corresponder a
las hazañas de la Selección, a ese 9 de 9 que empieza a marcar historia, y del
que nos sentimos llenos de fe y esperanza.
Lo que venga después es ganancia.
Entre dientes: la polémica mordida de Luis Suárez (Uruguay) a Chiellini (Italia), podría dejar por fuera al charrúa del partido contra Colombia, por sanción disciplinaria de FIFA. Una baja que nos favorece sobremanera. Especialistas coinciden en que el artillero de la selección uruguaya necesita cuantas antes asistencia psiquiátrica por sus repetidos ataques.
Entre dientes: la polémica mordida de Luis Suárez (Uruguay) a Chiellini (Italia), podría dejar por fuera al charrúa del partido contra Colombia, por sanción disciplinaria de FIFA. Una baja que nos favorece sobremanera. Especialistas coinciden en que el artillero de la selección uruguaya necesita cuantas antes asistencia psiquiátrica por sus repetidos ataques.
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