Jorge Barraza, con aire de tango, firmando libros en FILBO 2014. Foto: La Pluma & La Herida |
La banda sonora en la vida personal y narrativa de Jorge
Barraza son los tangos de Gardel, y de ahí en adelante una larga lista, con
singular arraigo y devoción, como para haber bautizado ‘Último tango’ su
columna de El Tiempo, que en septiembre próximo cumplirá 21 años, con la
fortuita casualidad en su debut del 5-0 de Colombia con Argentina, en ese
memorable, para la historia del fútbol criollo, 5 de septiembre de 1993.
Barraza, el barón de ‘Último tango’, tiene acuñado al ceño la
pátina nostálgica de los gauchos rancios, cultores del tango empedrado de cuitas
y añoranzas, de los buenos vinos en las barras de los bulines, y de los guiños
seductores a las mujeres hermosas. Tango, belleza literaria, pasión por el fútbol,
tertulia de amaneceres, libros, muchos libros, confluyen en la personalidad de
uno de los grandes cronistas de la esférica, autor y editor de varios libros, y columnista
en más de una decena de diarios y revistas latinoamericanas.
Con Brasil 2014 va para el 8°mundial, además de 13 copas de
América, entre muchos otros torneos. Desde 1989 es director de la revista de la
Confederación Sudamericana de Fútbol, y como la mayoría de las celebridades, no
tiene anclaje propio, aunque su centro de operaciones y el hogar que comparte
con su esposa y sus hijos, sea Buenos Aires.
Hoy está en Bogotá, en la Feria Internacional del Libro,
presentando su más reciente obra: ‘Fútbol de ayer y de hoy’, y mañana en San
José de Costa Rica compartiendo una conferencia con universitarios, y a la otra
semana en Cartagena, dictando talleres de periodismo deportivo en la fundación
que creó Gabriel García Márquez. Con él nunca se sabe.
Lo cierto es que es un tipazo en todo el sentido de la
palabra. Un argentino atípico despojado de ese mito egocéntrico que se les endilga
a todos aquellos que vienen del Río de la Plata y de provincias circunvecinas:
cálido, estupendo conversador, con un humor heredado del repentismo borgiano.
Sucede que uno podría invertir la noche entera con Barraza, no sólo hablando de
fútbol, en su comprensión y análisis, en su catarsis como hincha y en su misterio
impredecible en la cancha, sino, al mentar de Ortega y Gasset, “de la vida y
sus circunstancias”.
Durante la presentación en FILBO 2014 de 'Futbol de ayer y de hoy': Gabriel Meluk, Jorge Barraza, Carlos Eduardo González y 'El Cole' como telón de fondo. Foto: La Pluma & La Herida |
Lo seguimos una tarde y hasta la noche, justo desde la
presentación de ‘Fútbol de ayer y de hoy’ (Ediciones B), conversatorio que contó
con la presencia de Gabriel Meluk, editor de deportes de El Tiempo; Carlos
Eduardo González, periodista y escritor deportivo; y ‘El Cole’, personaje
emblemático de la hinchada criolla. Rematamos con Barraza en el stand de su
editorial, en la firma de libros, donde compartió con simpatizantes y colegas. Al
final concertamos la entrevista: una charla entretenida, pletórica de citas,
anécdotas, y de sorpresivos vaticinios, como que ve más firme a Colombia que a Argentina en la próxima cita mundialista de 2014.
Conversación a ritmo de 2/4, que es el compás por
antonomasia del tango rioplatense.
¿Cómo fueron sus primeros picaditos en el terreno narrativo?
¿Cuál fue el primer pellizco de escritor?
“Pienso que de niño tuve la llama interna del periodismo, la
pasión de contar, de escribir, y en el oficio periodístico uno tiene esa
actitud literaria hacia la palabra. Y a eso debo agregar la pasión por el fútbol.
Juntados esos elementos en una coctelera, batís y te sale lo que crees que has
narrado con el corazón. Me puedo equivocar en lo que escribo, pero lo hago con
el latir del miocardio. Escribo con todo lo que tengo. Me gusta escribir en
positivo, sobre lo heroico, lo épico, sobre las grandes victorias. Me gusta navegar
por estas vertientes”.
¿Empirico?
“Fui empírico, en mi época –no soy tan viejo pero tampoco
soy tan joven-, no había universidades de periodismo. Sí había institutos. Cumplí
esa academia de tres años y me gradué en Periodismo deportivo. Empecé a
trabajar antes de ingresar al instituto, lo hice para perfeccionarme. Empecé en
Crónica, un diario muy importante que tiraba 750.00 ejemplares diarios en sus
tres ediciones: matutino, vespertino y
sexta edición. Luego vino Gráfico, una de las mejores épocas, y de ahí en
adelante todo lo demás”.
¿Qué máquina de escribir utilizaba?
“Olivetti”.
¿Hasta qué año escribió en ella?
“Hasta el año 1987, 1988, creo, que trajeron los primeros
computadores analógicos, los de barritas, ¿recuerdas?, que no los aceptamos.
Nosotros trabajábamos hasta el domingo, que era el cierre de la revista, te estoy
hablando de Gráfico. El lunes descansábamos. Volvimos un martes y no estaban
las máquinas de escribir. Habían puesto estos computadores. ¡¿Y esto qué es?!,
nos preguntamos. ‘A partir de ahora, todo se va a procesar por computación’,
dijo el administrador. ¡¿Cómo?!, no, yo quiero mi Olivetti, ¡¿Dónde está mi
máquina?! Pero bueno, no tardamos mucho tiempo en comprender que la tecnología
nos ha beneficiado enormemente. Nos ofrece múltiples posibilidades. Antes no
borrabas por la bronca de tener que arrancar la cuartilla y tirarla al cesto. Hoy hacés lo que se te
antoja: cambiar el párrafo inicial por uno que escribiste casi al final. O viceversa.
Ahora puedes escribir en cualquier parte, desde el avión puedo enviar mi
columna a 10.000 pies de altura. Es maravilloso”.
¿Cómo es ese sentarse a escribir su columna de ‘Ultimo tango’?,
¿cómo afloran las ideas?, ¿sigue algún ritual?
“El dilema más tremendo que acosa al columnista es el tema.
Cuando hay tema es fácil porque se tienen las herramientas, los elementos, el
oficio para desarrollarlo. Y en ese proceso puedo durar una hora”.
¿Es el tiempo promedio de elaboración de una columna?
“Sí, mientras la repienso, le doy vueltas, como digo yo, la
dejó en ‘baño de María’, es decir un día antes de publicarla para darle los
últimos toques, porque estás más fresco y tienes en mente otro enfoque. La
mejorás enormemente. Claro, no se da todas las veces esa posibilidad. Lo
importante es tener a mano el tema. Hay veces que no encontrás uno que te
seduzca y te pasás todo el día y nada. Yo le digo a los muchachos
de los diarios: ‘Hoy estoy en blanco’, y siempre hay alguien que me lanza el
bote salvavidas”.
García Márquez le decía a su mujer Mercedes Barcha que le
adornara la mesa de trabajo con flores amarillas. ¿Usted qué tiene en su
escritorio?
“Yo tengo varias fotos de Gardel, que es una inspiración
para mí. Tengo una foto con el ‘Polaco’ Goyeneche que es el más grande
vocalista argentino de tangos, después de Gardel. Estoy rodeado de libros, que
siempre me acompañan…”.
¿Cuáles, por ejemplo?
“Tengo muchos libros de García Márquez, de Vargas Llosa, de los
escritores del ‘boom’ latinoamericano, Cortázar, Bioy Casares, Borges, soy muy
borgiano, él ha sido como mi oráculo literario, por su erudición, su precisión,
su sentido del humor, esa increíble
cuota de humor fino, tan esencial en sus relatos”.
'Vamos para Brasil 2014'. César Augusto Londoño y Jorge Barraza. Foto: La Pluma & La Herida |
¿Cómo recuerda a Roberto Fontanarrosa, que por estas fechas,
cuando se empieza a elevar la marea del mundial, evocamos con sumo aprecio?
“Para mí ‘El Negro’ fue un genio, igual que Maradona o
Messi, sólo que desde otro ángulo, en su función de escritor, hincha y
humorista. Un tipo que dijo, como recordó Meluk en la conversación: ‘Rosario Central es como mi vieja, la Selección es
como mi tía’, una anécdota que tiene que ver con el amor que los argentinos
profesamos por nuestros clubes, un amor más profundo que por la selección. Y
otra de su genial cosecha: ‘El amor por el fútbol no se adquiere.
Pasa como con el matrimonio o con las enfermedades: se contrae’”.
A partir de esa premisa, la de querer más al club que a la selección, le escuché
decir en el conversatorio de presentación de su libro, ‘Fútbol de ayer y de hoy’,
que tiene más fe en Colombia que en Argentina para la Copa Mundo de Brasil. ¿Qué
clase de argentino es usted? ¿En qué cesto arrojó el ego?
“Lo que pasa es que no veo a Argentina en el momento
glorioso de épocas pretéritas. Ojalá me sorprenda. La realidad era una y ahora
es otra. Pero si lo estamos viendo con el Barcelona. Valdano lo dice en mi
libro: ‘Elijo el antes por la nostalgia del jugador, pero nunca hubo un equipo
como el Barcelona’. Comparar el fútbol de ayer y de hoy es difícil. Me sostengo
en la máxima de Adolfo Pedernera, que cita Hernán Peláez en este mismo libro: ‘Lo
que veo hoy, lo vi antes, y lo que vi antes, no lo veo hoy’. ¿Te imaginás
cuántos años tiene esa frase?”.
Pero insisto: ¿Ve más firme a Colombia que a la selección de
Argentina en Brasil 2014?
“Es que en toda la eliminatoria Argentina no tuvo un partido
que uno dijera, ¡es un equipazo! Veo a Colombia muy bien. Y puede llegar lejos.
Contradigo cuando algunos conformistas predicen que si pasa a segunda ronda,
está bien, ‘algo hicimos’. No. Colombia tiene cuerda para más, lo ha
demostrado. Hay que ver los partidos de clasificación. Tiene un técnico como
Pékerman que está mentalizado las 24 horas del día con el conjunto, que tiene
experiencia, que sabe, que ha dado resultados. Lo que pasa es que Argentina
tiene a Messi , que tiene la capacidad suficiente de definir el triunfo en el
momento menos pensado. Pero también está
escrito que un jugador no gana un partido en solitario. Cuando hablan que Maradona
ganó sólo el mundial del año 86, es un error. Argentina era un equipo que no deslumbraba,
pero sí era muy plantado. Todos los jugadores trabajan muy bien y para un fin
común. Si tenés un genio y el equipo sabe trabajar para ese objetivo, qué malo
hay en eso. Pasó con Pelé, en Brasil; con Maradona, en Argentina; con Messi, en
el Barcelona de Guardiola”.
¿Qué sorpresa ve para Brasil?
“Chile me parece que puede ser una sorpresa: tiene un buen
equipo, un gran entrenador, muy buenos jugadores. Lo veo bien. Incluso Colombia
puede ser otra gran sorpresa. Suiza me gusta mucho, pese a haber perdido contra
Argentina. Lo que pasa es que uno no ve con frecuencia a los equipos africanos,
a los asiáticos. Los vamos a ver en el mundial. De modo que es muy prematuro para
lanzar juicios”.
¿Se puede definir la vida de Jorge Barraza en las siguientes
palabras: fútbol, tango, buen vino y bellas mujeres?
“¡Buenooo!, que no sepa de este reportaje mi esposa. Pero
sí. Yo digo esto: si me tengo que ir a una isla desierta y debo elegir
tres cosas, esas serían: una mujer hermosa -la aseguro primero-, un contenedor
lleno de libros, y un televisor para ver los partidos. Con eso ya estoy hecho”.
Tangos del alma que resuman la nostalgia del leído columnista
de ‘Último tango’.
“'Sur’, de Homero Manzi, que es un tango histórico; ‘Uno’,
de Discépolo y Mores; ‘Naranjo en flor’, de Expósito, que lo sé completo, y que
cuando rondan vinos en la cabeza me animo a cantarlo, como lo hice alguna vez
en una fiesta, a capela, en República Dominicana. Y, ‘Tres amigos’, de
Cadícamo, que es un gran resumen de la nostalgia en la voz de Alberto Marino,
con la orquesta de ‘Pichuco’ Troilo. Pero hay muchos. Es que el tango no se
cansa de cumplir con el deber”.
¿Qué es el fútbol?
“Lo digo en el introito de mi libro: ‘El fútbol es el menos
flemático y el más generoso de los legados que los ingleses le han dejado a la
humanidad. Tan generoso que no nos han cobrado ni un penique por concepto de
derechos de autor. En sabias palabras de ‘El Flaco’ Rafael, viejo compañero en
la redacción de Gráfico: ‘Sin fútbol hubiésemos tenido que ir a trabajar en
serio”.
¿Qué es ser hincha?
“Es el amor puro que no renuncia y lo es para toda la vida.
Un amor que no envejece, que se conserva lozano desde el primer día hasta el final.
Es dar todo sin pedir absolutamente nada. Es cumplir con fidelidad al estadio
después de todas las derrotas. Es un montón de cosas hermosas. El que no lo es
no lo puede saber porque no lo experimenta, pero es muy lindo. El hincha firma simbólicamente
el contrato más serio del mundo, que nunca se viola. Pasa el dirigente, pasa el
técnico, pasa el jugador, pero el hincha siempre queda ”.
¿Su idea de Dios?
“Alguien que está muy presente en mí, tanto que yo no digo, ‘el
día 8 viajo a Bogotá’. Yo antepongo: ‘Si Dios quiere, viajo el 8 a Bogotá’.
¿Colombia?
“Yo cuando voy a Colombia me siento como si estuviera en
Disneylandia, y vos que estuviste una tarde conmigo, lo has experimentado. Me
siento como flotando, me tratan bárbaro, me siento a gusto. Y algo que me ha puesto
a pensar: tenemos muchísimas más similitudes de las que creemos. La forma de
ser, de pensar, es algo de estructura mental; las costumbres, los hábitos. Somos
muy parecidos”.
¿Y las colombianas?
“Son las más lindas del mundo. Eso es indiscutible. Sólo
volteá a ver… (risas)”.
¿Qué le inspiran unos guayos viejos?
“Un bello retrato. Me acaban de dar un libro (lo enseña).
Mira lo que es la portada: son unos guayos, no muy viejos, pero sí untados de
barro, trajinados. Es una maravilla. Dicen todo. El guayo habla de pasión, esfuerzo, entrega, solidaridad; de un montón de cosas que quedan
ahí en la cancha. Algo similar a la nostalgia de los guayos son las paredes de
un vestuario. Si esas paredes hablaran, las cosas que dirían. Cómo es un
vestuario minutos antes de una final, las cosas que se dicen, el líder, el
técnico, los temores, esos miedos que nos abrigan a todos”.
Es bien sabido que felicidad no funciona en literatura. ¿Le
sucede lo mismo con sus columnas?, ¿fluye mejor cuando escribe de derrotas?
“Bueno, la derrota es muy inspiradora. Yo creo que mis mejores notas son las necrológicas, porque
hay dejás las fobias y rescatás lo mejor del personaje. Pero a mí me gusta lo
de ahora, el fútbol moderno, escribir de las glorias, sensibilizar el juego,
ponerme en los guayos del jugador y en la camiseta del hincha. La nostalgia
también es eso. Y con el transcurrir de los
años uno está atado a esa nostalgia, por lo menos en el fútbol, desde el primer
instante en que el papá de uno lo lleva al estadio a ver a su equipo favorito.
Uno siempre estará ligado a ese sentimiento. Parafraseando a García Márquez en
el magistral comienzo de ‘Cien años de soledad’, cuando el coronel Aureliano
Buendía, frente al pelotón de fusilamiento, recordó aquella tarde remota en que
su padre lo llevó a conocer el hielo. Así pasa con el fútbol”.
¿Cómo sintió la muerte del Premio Nobel colombiano?
“Muy fuerte, porque se fue el más grande. Con el Gabo
hablamos de fútbol una vez en un restaurante de Cartagena. Fue en 1995, cuando
me invitó a dictar unos talleres de periodismo deportivo en su fundación. Quedé
impresionado con su extraordinaria sencillez, no obstante el aura de su gloria
narrativa. García Márquez logró esa inmortalidad que sólo algunos privilegiados
alcanzan cada cien años”.
¿Qué es vivir?
“Vivir es disfrutar, vivir en positivo. Yo he tenido mucha
suerte. La suerte de tener una pasión tremenda por el periodismo y por el
fútbol, dos pasiones fundidas, y haber podido compatibilizarlas con lo que es
mi trabajo, es decir, vivir de ambas, y el resultado ha sido una fiesta, vivir
de lo que a uno le gusta. Es una gracia de Dios”.
¿Si volviera a nacer repetiría lo mismo?
“Desde luego, pero corrigiendo algunos errores. Volvería a
dedicarme al periodismo y al fútbol”.
Citando a Borges: ¿Le duele una mujer en todo el cuerpo?
“Sí, porque la mujer es lo que lo motiva a uno en la
inspiración, y lo que te hace sentir verdaderamente hombre”.
El amor en los tiempos del fútbol: entrevista de Jorge Barraza a Gabriel García Márquez:
La memorable columna de Jorge Barraza sobre del 5-0, publicada en El Tiempo
Carlos Gardel, inspiración de Barraza. Una hora de éxitos:
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