El maestro Juan Gustavo Cobo Borda acompañado su bella hija Paloma, estudiante de Literatura. Foto: cortesía El Tiempo.com |
Ricardo Rondón Ch.
La frase precisa que define su personalidad y su trasegar en los derroteros de la poesía y de la literatura, es la que acuñó su amigo, el también poeta, narrador y ensayista Álvaro Mutis: “Juan Gustavo Cobo Borda se interna por las regiones del corazón, del placer y del olvido. Allí es un maestro”.
La frase precisa que define su personalidad y su trasegar en los derroteros de la poesía y de la literatura, es la que acuñó su amigo, el también poeta, narrador y ensayista Álvaro Mutis: “Juan Gustavo Cobo Borda se interna por las regiones del corazón, del placer y del olvido. Allí es un maestro”.
Prolífico bardo, ensayista, crítico, comentarista, editor,
librero, gestor cultural, diplomático, mecenas del semillero literario de
varias generaciones, Cobo Borda se ha nutrido por años en la jungla de pulpa y
anaqueles que comprende su enorme biblioteca de 24.000 libros -para la que
tiene destinado exclusivamente un apartamento-, y que él asegura haberse leído 23.980,
sorprendente cifra que lo acredita como el lector más puntual y dedicado de
Colombia.
Tal es su obsesión por la lectura, que de muchos de esos
títulos ha escrito tres cuadernos, explicando en ellos su vocación de lector,
el por qué de los subrayados a lápiz, el disfrute íntimo de leer y releer lo
que más le gusta. Además de esa memoria espléndida para citar en su voz
radiofónica versos de sus autores de antología, desde Rilke, Garcilaso,
Lope de Vega, Miguel de Unamuno, García Lorca, Octavio Paz; pasando por Borges -uno de sus preferidos-, José Asunción
Silva, Aurelio Arturo, León de Greiff, Álvaro Mutis, Giovanni Quessep, Fernando Charry Lara, Mario Rivero, María Mercedes Carranza, Raúl
Gómez Jattin, Piedad Bonnett, Darío Jaramillo Agudelo, entre otros.
Dos de sus grandes debilidades: la buena mesa y la buena
poesía. En la primera es un sibarita a manteles. En la segunda, está dicho, su
apetito es inagotable. Alegre, estupendo conversador, visionario de la
condición humana con todas sus proezas y frustraciones, Cobo Borda hace un paralelo
entre la poesía y la violencia colombiana, “porque tanto la una como la otra
son dos rostros nuestros que aún no asumimos del todo. Violencia y poesía, allí
se origina nuestra imagen más significativa”.
De modo que cuando uno aborda al poeta bogotano, bien en su
apartamento, en un café, o en la librería de sus afectos, la glotonería se
despierta por partida doble: en la mesa, a la sazón de sus manjares preferidos
y los mejores vinos, y en la mar insondable de sus libros, su envidiable biblioteca,
refugio predilecto donde él pasa la mayor parte del tiempo.
La Pluma & La Herida lo entrevistó, a propósito de la
Feria Internacional del Libro de Bogotá, con Perú como país invitado de honor,
que hoy abre sus puertas.
Maestro, ¿en qué cartilla aprendió usted sus primeras
letras?
“En la biblioteca de mi padre, Juan Fernando Cobo, prestigioso
jurista español republicano que me inculcó desde muy niño el amor por la
lectura. El aprendizaje empezó en esa bella enciclopedia, El Tesoro de la
Juventud. Luego me picó el bichito de la literatura al descubrir el
Romancero español, los poetas del Siglo de Oro, muchos libros de historia,
biografías, etc.”.
¿Cuál fue esa novela que lo matriculó de por vida con la
literatura?
“’El Quijote’, que curiosamente decoraba el mosaico de
pedernal al ingreso del Liceo Cervantes
donde cursé bachillerato. Esa fue como la entrada triunfal al extraordinario
mundo de las letras. Después pasé a ‘Las confesiones’, de San Agustín; ‘Los
ensayos’, de Montaigne; y de ahí en adelante, pare de contar. Pero esa fue mi
etapa inicial como lector”.
Que se le convirtió en una obsesión irrefrenable…
”Quizás por esa incapacidad de comprender matemáticas,
física, química, cálculo. De ahí que los padres agustinos decidieron emplearme
en la biblioteca, que era donde habitualmente estaba, y donde desarrollé una
precoz cleptomanía cuando usurpé ‘La estructura de la lírica moderna’, de Hugo
Friedrich, de Seix Barral, con sello del Liceo Cervantes”.
¿Siguió robando libros?
“Me pasó algo
horrible cuando era estudiante de la Universidad de los Andes y frecuentaba con
esa manía la librería Buchholz del centro, y en una de esas me pilló el poeta y
traductor Nicolás Suescún, quien terminó recomendándome con don Karl (Buchholz),
su propietario, para trabajar con él. Pues con el tiempo pasé de ser el ladrón de
libros al gerente de la Buchholz”.
¿Cuál fue el primer libro que usted publicó?
“’Consejos para sobrevivir’, de 1974, que fue mi primer
libro de poemas”.
¿Siempre ha subrayado con lápiz las lecturas de sus libros?
“Sí. Eso daña los libros, pero este ejercicio también
suscita nuevos libros”.
¿Cómo sucedió con ‘Lecturas convergentes de triste
actualidad’?
“Es el primero de tres ensayos recientes, donde propongo un
paralelo entre García Márquez y Álvaro Mutis, su gran mentor, esencial en su
descubrimiento del realismo mágico a través de los libros que Mutis le llevaba,
como ‘Pedro Páramo’, de Juan Rulfo, y ese diálogo constante que ellos mantuvieron
alrededor de la literatura, aquellas reflexiones sobre Bolívar que el creador
de Maqroll El Gaviero quiso escribir bajo el título de ‘El último rostro’, pero
del que terminó desistiendo, y que un año después Gabo finiquitó con ‘El
general en su laberinto’. Pero también esos gustos compartidos con sus autores preferidos: Kafka, Faulkner, Neruda; el amor por los cafés bogotanos, el billar y la poesía”.
¿Qué novelas ha releído de García Márquez?
“He releído ‘El coronel no tiene quién le escriba’ y ‘Los
funerales de la mama grande’. Yo conocí a García Márquez por insinuación de
Mutis, y recuerdo que él cuando trabajaba en Barranquilla me
hizo una suerte de examen de admisión al recitar versos para que yo le
dijera a qué autores pertenecían. Acerté con Rubén Darío, con Garcilaso, con
Lope de Vega, hasta que citó algo desconocido para mí, pero que era poesía
pura. Se trataba de un fragmento de ‘El otoño del patriarca’ que él estaba
escribiendo, pero que se sabía de memoria. Gabo fue un poeta enorme y eso está
impreso en toda su prosa, en el ritmo, la atmósfera y la respiración, en ese ir
y venir de sus relatos, que es el recuerdo de todos los ahogados: una memoria
del pasado”.
¿Qué decir de ‘El amor en los tiempos del cólera’?
“Pues que su protagonista, Florentino Ariza, es el único
guerrero en la obra de Gabo y en la historia de Colombia, que asumió esperar 51
años, 9 meses y 4 días para ganar la batalla del amor. Es el gran guerrero
del amor, que a la larga es lo único que vence la ambición, el poder y la violencia”.
¿Cuál es su libro más reciente?
“Se llama ‘Breviario arbitrario de la literatura colombiana’,
40 breves ensayos de poesía y literatura, desde ‘El carnero’, de Rodríguez
Freyle, hasta narradores de actualidad como Ricardo Silva Romero y Antonio
García Ángel”.
¿Qué tiempo le dedica diariamente a la lectura?
“El tiempo justo de un jubilado al que no han liquidado bien
su pensión: ante esa inconformidad, leo más y escribo más”.
Mario Vargas Llosa va a donar su biblioteca al Museo de
Arequipa, la provincia peruana que lo vio nacer. ¿Usted ha pensado donar la
suya?
“No, porque es patrimonio familiar, y de ella hace uso
permanente mi hija Paloma, que estudia Literatura en la Universidad Javeriana”.
¿Qué piensa de las desalentadoras cifras que arrojan las
estadísticas al respecto de que los colombianos escasamente leen?
“Esas no son más que erradas cifras de las estadísticas.
Estoy convencido de que los colombianos cada vez escriben y leen más. Eso se
puede ver en las convocatorias de los concursos literarios, en el interés por
las librerías, en la feria del libro de Bogotá, con una estimulante presencia
de gente, sobre todo jóvenes”.
¿Qué obras recomienda comprar, a propósito de Feria
Internacional del Libro de Bogotá?
“Yo diría que a propósito de Mundial de fútbol, hay excelentes
libros de Brasil para adquirir. Las novelas de grandes narradores como Rubem
Fonseca y Clarice Lispector, y poetas como Drumond de Andrade y Joao Cabral de
Melo Neto”.
¿De autores colombianos?
“La novela ‘Destierro’, de Fernando Cruz Kronfly, que tiene
que ver con los inmigrantes sirio-libaneses que llegaron a Cali a principios
del siglo pasado, y ‘Como los perros felices sin motivo’, una bella historia de
amor de María Castilla, que sucede entre la torre Colpatria, el antiguo Teatro
México y el monumento a La Rebeca”.
Lo invito a que aticemos el fogón de esa relación que
siempre ha existido en su vida, entre literatura y buena mesa, en especial la
poesía. ¿Le parece?
“Está bien. Le sigo el juego”.
¿Cómo se sazona un poema?
“Lentamente, puede durar toda la vida”.
¿Cree que un poema de más de diez minutos puede rayar en el aburrimiento?
“Nunca.Tenemos el caso de Rilke, cuyas ‘Elegías de Duino’
tuvieron que esperar varios años para concluirse”.
¿A qué sabe un poema maldito?
“Son algunos de los sabores más intensos y perturbadores
cuando son auténticos, tales los casos de Rimbaud o de Barba Jacob”.
Cuando va a cocinar un poema, ¿de qué ingredientes se vale?
“Borges decía que la humillación y la derrota pueden ser
ingredientes esenciales para ser transformados por la capacidad redentora del
poema”.
La sal: ¿eso que llaman nostalgia?
“La sal también puede ser ironía, capacidad reflexiva sobre
el poema mismo o necesidad de dar vida a toda esa rutina inerte que son
nuestros días”.
¿Un poema demasiado dulce, indigesta?
“Sí, Óscar Wilde decía que lo peor son los buenos
sentimientos cuando se pretende escribir poesía, pero la cursilería es parte
tan decisiva de la vida colombiana, que a veces resulta casi imposible eludirla”.
¿En cuántos hervores se cocina un soneto?
“En 14 hervores. Ni uno más, ni uno menos”.
¿Con quién acostumbra probar sus poemas, una vez están hechos?
“Los saboreo con la musa, como me sucedió con la ‘Historia
de la Poesía Colombiana’, que para mí ha sido un banquete, no por lo que yo
diga en el libro, sino por los versos que elegí, admirado y conmovido”.
¿Recomienda un buen ‘scotch’ para paladear los versos de
Belisario Betancur?
“Supongo que el ‘scotch’ se lo proporcionará nuestra querida
Dalita”.
¿Sabía que la poesía robustece el espíritu, más no la carne?
“Viendo a Giovanni Quessep es evidente que la poesía no lo
nutrió, pero recuerdo a Mario Rivero, que nunca quiso aceptar ninguna dieta”.
Debería inventarse la poesía ‘aeróbica’, ¿no le parece?
“Evidentemente, tantos malos poetas que proliferan hoy en
día, nos hacen salir corriendo”.
Recomiéndenos un manojo de versos para antes de hacer el
amor.
“’Galope súbito’, de Eduardo Carranza; ‘Amantes’, de Jorge
Gaitán Durán, y por qué no ser inmodesto, ‘Furioso amor’, de Cobo Borda, o
cualquiera de los que desee elegir de mis dos antologías: ‘Lengua erótica’ y ‘Cuerpo
erótico’”.
¿Para qué más sirve la poesía?
“Para no trabajar, no trabajar, no trabajar, y saber lo que
sabían los griegos: que el ocio es creativo”.
¿Se le ha quemado un verso en la puerta del horno?
“Varios, pero las heridas y quemaduras del amor y la poesía
son las mejores medallas en esta guerra por una palabra que nos diga a todos,
sin exclusiones ni rechazos”.
¿Cuál es el gran secreto para lograr la exquisitez poética?
“El saber callar a tiempo y la fidelidad insobornable de
escuchar la recóndita música que nos es propia. A diferencia de los animales y
la brutalidad muda de la violencia, hablar es lo que nos hace humanos”.
¿Cómo es su gula poética?
“Voraz y global: de la China a República Checa, de Rusia a
Nicaragua, de Chile a Francia. En poesía no hay centro ni periferia”.
Borges, ¿el gran ‘chef’ de la nostalgia?
“No: el brujo mayor de la lucidez”.
¿Qué le gusta de la poesía femenina?
“Todo, de Safo a Alejandra Pitzarnik, esa voz nunca debemos
soslayarla”.
¿Un poema para evitar el suicidio?
“La historia de la poesía está jalonada de suicidas, y esa
es la pregunta con la que concluye mi referido libro: ¿Por qué un país que se
llama ‘país de poetas’ permite que José Asunción Silva al iniciar el siglo y
Raúl Gómez Jattin al concluirlo, crucen solos la puerta que lleva al otro lado”.
¿Cuál es el mejor pasante para disfrutar un poema?
“El silencio de la soledad y la complicidad de la buena compañía”.
Visite página web de J.G. Cobo Borda:
Conferencia de J.G. Cobo Borda sobre literatura colombiana:
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