Ricardo Rondón Ch.
Sin proponérselo, el expresidente Álvaro Uribe urdió las
primeras puntadas de ese costurero que faltaba en los prolongados y ladrilludos
diálogos de La Habana, traducido en el ‘sibaritismo’ de los negociadores de las
Farc, a través de una foto que ya le dio la vuelta al mundo, donde aparecen Iván Márquez, José
Santrich y Laura Villa, en un yate con viento a favor y humores de Cohiba (una
de las marcas de tabaco más prestigiosas en la isla de los barbados) .
Para satisfacción de la comunidad 'mamerta' y de los otros
bandos, tanto políticos como sociales, hacía falta ese chismorreo estilo La
Red, picante, vinagroso y sabrosón, el
otro ángulo de esa noticia que tiene en
vilo a los colombianos y en insomnio perpetuo de ojeras malva al primer mandatario: el colofón, para bien o
para mal, del mutuo acuerdo entre los
representantes del gobierno y los de la
subversión.
Por fin hay algo nuevo que contar entre tanto protocolo,
papeleo, debates y confrontaciones a puerta cerrada. Faltaba alguien que le
diera la vuelta a la moneda, que birlara el acartonamiento y la erudición
marxista y corriera ese telón entre bambalinas, que permite ver el lado ¿humano?
de sus protagonistas, en este caso, el combo camuflado de la guerrilla.
Estábamos ansiosos de conocer pormenores del disfrute y las
andanzas de los enviados especiales de ‘Timochenko’ a La Habana “Todo no puede ser trabajo, señores”, replicó
Bienvenido Granda, perdón, Rodrigo Granda, respondiendo a las diatribas de un racimo de iracundos opositores, empezando por el del Ubérrimo, que tildaron de
sinvergüenza esa actitud de los ‘guerrillos’ a pleno sol caribe, entre mojitos y fumarolas de los mejores
puros del mundo.
Salvo el expresidente Ernesto Samper Pizano, quien objetó de
‘mezquino y chauvinista’ ese señalamiento, más con la expectativa de dedos
cruzados, de saber, de una vez por todas y la Santa Laura así lo quiera, el desenlace de dicha reunión.
Y no será únicamente esa foto. Voceros del secretariado
anunciaron que vienen más. Que hay como para crear, por primera vez en su
trasegar periodístico, la sección de sociales del semanario Voz. Fotos de
fotos, abiertas a la especulación (porque ese el objetivo de una fotografía:
sus múltiples lecturas, el maquillaje o foto-shop y esos montajes cuando de sacarle jugo mediático se trata. Que
lo diga Ernesto Samper Pizano cuando apareció en una de polaroid echándole el
brazo a la ‘Monita retrechera’: la postal de las ocho mil carcajadas).
Pues lo prometido es deuda y que vengan todas para placebo
del aburrimiento y la espera: Que no
sean únicamente las del yate, la fábrica de Cohiba, las ‘modernísimas’
instalaciones de Radio Progreso, ídem los estudios Egrem o la plaza de la
Revolución. Queremos verlos más íntimos, fogosos y atrevidos. Fotos de alcoba –sí,
incluido el desorden...-; fotos de ‘dancing’, de francachela, un desnudo inédito
de Tanja Nijmeijer (o por lo menos en tanga), bajo el sol canicular de las
playas de Varadero. Una encuerada como
para portada de Soho o para la sección de Juan sin Miedo de El Espacio, con su
respectivo comentario.
Pero que se despojen de esos pesados ropajes de militancia.
Esto va para Iván Márquez, que cuentan los revisteros criollos presentes en La
Habana, no se libra, ni para la playa, de las botas marrón con refuerzo de acero en la
punta, de dotación petrolera. Ni hablar de Santrich con su docena de bufandas
talibanes a 32 grados de temperatura, sandalias de pescador (de ‘pescas
milagrosas’) y medias negras de lana.
Por lo menos a Pablo Catatumbo se le ve más fresco en sus
ropajes: sus guayaberas para disimular la barriga prominente, lo hacen ver como
un despachador de flota Macarena. Laura Villa se ve incómoda con el sombrero
que lleva. Como decía mi abuela: “el muerto era más grande”. O la secuestrada,
vaya uno a saber.
Sí, que vengan fotos, muchas fotos. Quiero ver a Andrés París empachado de dáiquiris, con los anteojos en la punta de la nariz, bailando Son de la
Loma en la Bodeguita del Medio con doña Sandra Ramírez –la viuda de ‘Tirofijo'-,
quien a propósito, luce camisas para hombre en tonos beige y caqui, por estos
días en promoción prenavideña (3 por $20 mil en almacenes Only).
Me muero de ganas por un video de la misma señora Ramírez en
consulta franca con una de las pitonisas santeras que abundan en la calle
Dragones del barrio chino de La Habana.
Pago por ver qué le sale en la baraja española, entre vapores de
alhucema, anís y espliego, aterrada con los ojos proyectados de la adivina
sobre un muñeco negro de vudú, saturado de alfileres, mientras se estremece la
mesa y se escucha, entre sombras chinescas (de 'Martín Sombra'), los dejos agónicos de su amado Manuel Marulanda huyendo por el Caguán, en tenebrosa pesadilla, de los ruegos suplicantes de
Andrés Pastrana.
¡Por favor!, si es que debe haber material de sobra para una comedia negra o un filme de terror (terror psicológico). ¿Qué le ponemos, cómo la titulamos? ‘Perdidos en La Habana’, ‘Habana
para seis aventureros’, ‘Al son de las Farc’ o ‘Puro humo’, parafraseando
el memorioso ensayo de Guillermo Cabrera
Infante, con dirección de Sergio Cabrera y actores ‘puramente naturales’.
Sí, queremos acción,
que los ‘guerrillos’ de la cúpula muestren sin pudores su tuétano ‘humano’, más
allá de la parquedad y el formalismo del anacrónico soviet en que se inspiraron,
la fracasada dictadura de la hoz y el martillo, del Manifiesto comunista y de
las arengas y proclamas enardecidas de Maiakovski.
Con todo lo que he visto y he escuchado, de algo sí estoy
seguro: que los rebeldes no saben bailar. No hay nada más sospechoso que una
persona que no sea consciente del ritmo que grita en su cuerpo. Y eso, por
razones ontológicas, no lo deja vivir en paz.
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