miércoles, 23 de octubre de 2013

El poder terapéutico de los besos

Está comprobado científicamente que el acto de besar es terapéutico y medicinal

Ricardo Rondón Ch.

Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca; voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabiera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar. Hago nacer cada vez la boca que deseo....

De toda la tinta impresa por siglos alrededor del ósculo, de los miles y miles de versos, boleros, cantatas, sonatas, óperas y rapsodias, la descripción que hace Julio Cortázar en el capítulo 7 de ‘Rayuela’, es la que más se cita, de generación en generación, cuando de mentar el primoroso y placentero ejercicio se trata.

El beso, ¡Oh!, el beso, el único que tiene el poder de detener el tiempo; señal de que dos almas se han juntado en una sola luz, la manera más original de revelar un secreto; o de decir tantas cosas sin pronunciar palabra; el fin de una incertidumbre o el comienzo de una ruptura; o eso que se da cuando al amor se le acaban las palabras.

Nos vamos poniendo románticos, quizás cursis, pero de eso se trata, porque de todas estas cursilerías está hecho el amor, el motivo más grande para afianzarnos sobre la tierra en medio del caos, las necesidades, los quebrantos físicos y emocionales; la crueldad, la barbarie, la rudeza, el odio, la desigualdad y la guerra.

Es por el amor y por su sello vital y extraordinario, el beso, que le hacemos el quite a las duras y desconcertantes afrentas de la jodida vida; una terapia que recomendan los especialistas para redimir el estrés, la fatiga, las afugias cardiovasculares y hasta el dolor de cabeza; y en el que un ser humano invierte 134 músculos de su cara.

‘¿Qué es el beso?’, se preguntaba en sus noches de zafra y guaro el recordado declamador argentino conocido como ‘El Indio Duarte’. Y él mismo se respondía con su acento bronco de bohemio empedernido:

El beso es para mí comunión de labios/ que olvidando los agravios, la maldad y la traición/, arrancan del corazón, con fuerza avasalladora/ todo el amor que atesora/, pues si el amor es ciego/ deja su marca de fuego/ en la mujer que se adora.

Según el libro sagrado del sexo, El Kamasutra, con más de cinco mil años de historia, existe un promedio de 300 clases de besos, sin contar el vigoroso agregado que por años le ha aportado la civilización en su enloquecido y trepidante trasegar.

Con todo esto, existen clanes étnicos de rarísimos cuestionamientos sociológicos para quienes el beso no existe, cuando se horrorizan al ver una pareja besarse. Citamos a la tribu Tsongo, del sur de África, que Dios sólo sabe por qué ven con malos ojos dicha estampa húmeda y ardiente. 

Y ¡Ojo! Si algún día te da por ir de excursión o luna de miel con tu pareja a una ciudad como Dubai, en los Emiratos Árabes Unidos (por cierto, una de las más costosas del mundo), no se te vaya a ocurrir coger a besos a tu Dulcinea en la vía pública, porque lo más seguro es que te apliquen una severa sanción económica que oscila entre los 300 y 500 dólares, cuando no una semana de arresto.

Tampoco lo vayas a hacer en Guanajuato (México), donde el beso público está prohibido, como también lo está escupir, pedir limosna, decir palabrotas o vender baratijas.
Sucede igual en Malasia, y en algunas urbes de Estados Unidos y Australia.

Lo contrario acontece en Brasil, que es el país que enorme fama internacional se ha ganado en las lides del besuqueo; o en Tailandia, donde el año anterior un matrimonio rompió el récord del beso más largo del mundo, con un tiempo de 46 horas y 24 minutos: la pareja ganadora (ella en este caso), recibió un anillo de diamantes valorado en 1600 dólares; 3 mil dólares en efectivo, y el codiciado registro y para la posteridad en el Libro de los Guinness Récords.

Besos de besos, ya en el concierto de la cultura occidental: el beso en la frente, que denota nobleza; el beso en la mano, o el beso de mano (al que cantó Juan Legido), símbolo de galantería, respeto y caballerosidad; el beso en los pies, como lo hizo Cristo con sus discípulos en el lavatorio sagrado, muestra de infinita humildad y generosidad; el beso en los ojos, que sintetiza devoción y ternura.

Ni hablar de besos más ardientes y agresivos como el beso con lengua, el beso enrevesado, atravesado; los besos de los impúberes con que prueban su aceitada y poderosa maquinaria hormonal; el beso esquineado, el primero o a escondidas; el beso delator, conquistador; o el beso ‘negro’, que lengua mortal decir no pudo; entre tantos que han agotado ríos interminables de tintas y plumas.

Era aún una menor de edad, cuando la inteligente y romántica compositora mexicana Consuelo Velásquez le obsequió a los enamorados el más bello bolero del que se tenga cuenta en la historia del beso: ‘Bésame mucho’, del que se conocen más de 500 versiones en diferentes géneros musicales, de las más arraigadas al sentimiento romántico, las de Don Pedro Infante, Elvis Presley, Frank Sinatra, Julio Iglesias, Alfredo Sadel, Nat King Cole, The Beatles, Caetano Veloso, y más reciente, Kylie Minogue.

Besar es la actitud humana más democrática del planeta. Y se conjuga en todos los verbos y tiempos gramaticales sin distinciones de razas, estratos, religiones, edades y credos. Que lo afiance el ‘Indio Duarte’ en su legendario poema:

Besa el bueno, besa el malo/, besa el rico, besa el pobre/, besa el niño, y hasta el viejo besa/, y hay quien besa por sorpresa para vertir su veneno/. Besa de coraje lleno la cruz de su fajón/ el malevo compadrón, que vive entre celo y duda/, lo mismo que besó Judas incubando una traición.

De este último, el de la traición, hoy por hoy es el beso que más se ha multiplicado; como el que se vende al mejor postor; o el que se dan sin razón o por motivo ambicioso, con superficial halago o por ligar algún favor, que es el mismo beso lambón, falaz y conspirador, del que ningún mortal escapa.

Pero no hay ósculo que se compare que el que viene del ser que nos dio la vida, el que por obra divina se ofrece sin interés. Y como el remate es en verso, cito otra vez a Duarte, para resumir esta nota, con este punto y aparte, y hasta la próxima vez:

Besa la mujer perdida/, al hombre que la ha salvado/, también besa el sentenciado/ la cruz al perder la vida/ y si una dama al pasar/, a un mendigo arroja una moneda/ sin el beso no se queda la moneda que arrojó/.

Se da un beso a la bandera/ que a la patria simboliza/ y ese beso sintetiza la mas ardiente quimera/.

Yo juzgo el beso a mi manera/, y que a nadie mal le cuadre/, que para mi, no hay un beso/, no hay un beso que más el alma taladre/, ni que cause mas ardor/, que el que se da con dolor/ al cadáver de una madre.

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