La
edificación patrimonial, que data de 1936, es hoy un laboratorio - galería de
arte, diseño y arquitectura (Foto Cortesía: Mónica Barreneche)
Ricardo
Rondón Chamorro
Joya urbanística del siglo XX y Patrimonio Arquitectónico
de Bogotá, la Casa Azul, de 1.536 metros cuadrados, conserva el refinado estilo
modernista de la época con sus fachadas tripartitas -un guiño al Palazzo
Madama, de Roma-, y su estructura original fiel a la planta multifamiliar, como
fue concebida a mediados de los 30 por la firma Rocha Santander & Compañía.
Es vecina del Edificio KLM y de la Torre del Bosque Izquierdo, el Parque de la
Independencia y las Torres del Parque -del maestro Rogelio Salmona- y del
circuito de galerías como la de Alonso Garcés, Espacio Eldorado y NC ARTE.
Desde su construcción, en 1936, la Casa Azul, Edificio
Rodríguez o Casa de los Sueños, como se le conoce, ubicada en la carrera 5ª No.
26 A - 70, fue el hábitat de la familia Rodríguez hasta finales de los 90,
cuando la estirpe ya se había dispersado. Estuvo a punto de ser alquilada para
una entidad gubernamental y, al final, la arrendaron como residencias
universitarias. Fue entonces cuando empezó la decadencia del inmueble.
La Casa Azul estuvo
en un estado lamentable de abandono durante varios años, hasta que, por su
valor histórico, su ubicación estratégica sobre la carrera Quinta y el
patrimonio arquitectónico que representa, la Fundación Neme, plataforma para el
arte, la educación y la cultura, se interesó en adquirirla y restaurarla como
laboratorio creativo, galería de arte, diseño y arquitectura, punto de
encuentro de ideas y expresiones de artistas, diseñadores y curadores.
El Bosque Izquierdo, privilegiado sector de los faldones de
los cerros centrales de Bogotá, debe su nombre al acaudalado terrateniente
Antonio Izquierdo, quien, a principios de 1930, en el Gobierno de Enrique Olaya
Herrera, contrató al arquitecto austríaco Karl Brunner para hacer de sus
predios -demarcados en ese entonces como el lote 16 de San Diego-, una
sofisticada urbanización de influencia europea, con el marco inigualable de su
primorosa naturaleza.
Urbanismo y naturaleza
Detalle de uno de los patios interiores de la Casa Azul, también conocida como Casa de los Sueños, que data de 1936. Foto cortesía: Koladenaranja
Brunner, en su paso por la ciudad, dejó vertiginosa huella
en diseños urbanísticos como El Retiro, Santa Fe, La Merced, Centenario, Marly,
La Soledad (el Park Way lo diseñó él), Teusaquillo, La Magdalena, Palermo y
Sears (o Galerías). Y del Bosque Izquierdo, con su propuesta del cul de sac,
prudente y respetuosa distancia entre peatones y vehículos a partir de calles y
diagonales espaciosas y curvilíneas, hizo de este rinconcito de las alturas
bogotanas un remanso de sosegada convivencia.
Por su impronta, romántica y bohemia, y su vista panorámica
desde el Parque La Araña, el Bosque Izquierdo atrajo a personalidades de la
sociedad, el arte y la cultura como el escritor y diplomático Eduardo Caballero
Calderón y su familia, así como la artista plástica Lucy Tejada y el arquitecto
Jacques Mosseri, quien, con su esposa, la pintora Ana Mercedes Hoyos, diseñaron
una casa que es un homenaje a la luz natural por sus amplios y estratégicos
ventanales, levantada en ladrillo y guayacán.
En los revolucionarios años 60 y 70, el Bosque Izquierdo
fue el sitio ideal de artistas e intelectuales para armar sus creativas y no
menos disparatadas fiestas, al punto de que el barrio se ganó el sobrenombre de
La colina de la deshonra, pellizco en broma de la película de Sidney Lumet, de
1965.
Del Bosque Izquierdo, en entretenidas tertulias en la barra
de Barcarola (Torres del Parque), de la actriz y vestuarista Carolina Trujillo,
creadora del museo del traje en miniatura, decía el cineasta Carlos Mayolo, con
su humor mordaz que “era tan viva y transparente la tranquilidad que reinaba en
el entorno, que se podía oír al mismo tiempo el coro de los copetones, el
gemido agónico de un orgasmo, y el último suspiro de un moribundo”. ¡Vaya poeta
del gótico tropical!
Recorrido por la Casa Azul
Con la dirección de Estefanía Neme Hakim, diseñadora
industrial y escenógrafa, el cometido de NC-ARTE ha sido promover, investigar y
contextualizar prácticas artísticas contemporáneas, lenguajes disímiles, marcas
conceptuales y propuestas curatoriales, a través de proyectos y exhibiciones
que propicien a la reflexión, la emoción y la crítica, desde distintas miradas.
“La Casa Azul guarda entre sus muros una historia rica y
plural. Su arquitectura, testigo de un tránsito del estilo colonial español
hacia el modelo de ciudad jardín, es al mismo tiempo memoria y promesa por su
innovadora construcción: sus cuatro plantas con dúplex, apartamentos, patios
floridos y garajes. Un verdadero laboratorio de modernidad urbana para su
época.
Hoy, su resurgimiento nos ofrece la oportunidad de trazar
genealogías y narrativas que conectan pasado y presente. Y con nuestro
proyecto, NC Diseño, revalida que la materia es un ente vivo, siempre abierto a
nuevas interpretaciones. Tal como en los años treinta trascendió como marco de
urbanismo emergente, hoy la Casa Azul se resignifica como lugar de encuentro
entre tradición y vanguardia, talento nacional y resonancia global”, explica
Estefanía Neme.
La sala de recreo con decorado inspirado en la cultura ancestral colombiana. Foto cortesía: Koladenaranja
Con su experiencia en arquitectura y diseños de autor,
Mónica Barreneche Olivares, periodista, fotógrafa, curadora y directora
creativa colombiana, NC ARTE ha marcado un punto elevado en 2025 con su nuevo
ciclo de Desing House Colombia (programado entre el 30 de agosto y el 20 de
diciembre), que coincidió con la Primera Bienal Internacional de Arte de
Bogotá.
El ojo clínico de Barreneche dio en el blanco de la Casa
Azul por su infraestructura clásica, su derroche de luz interior y sus amplios
espacios, abiertos a procesos artísticos e inmersivos que, en este nuevo ciclo,
se expanden y conectan con múltiples materiales y técnicas, donde lo habitable
se modifica en un universo exquisito y acogedor.
En estos días, su recorrido incluye tres exposiciones: en
el primer piso, Artesanía y Alquimia, de Lucía Echavarría; en el segundo piso,
Design House, concepto y curaduría de Mónica Barreneche; y en el tercer piso,
El Universo de lo Múltiple, de Claudia Hakim, reconocida artista, gestora
cultural, exdirectora del Museo de Arte Moderno de Bogotá y fundadora de NC
ARTE. La muestra estará vigente hasta el sábado 20 de diciembre, de 10 de la
mañana a las 5 de la tarde.
Artesanía y alquimia
Contrastes de luz, sombra y naturaleza en los interiores de la Casa Azul. Foto: Koladenaranja
Lucía Echavarría, diseñadora colombiana, con estudios de
Literatura Comparada e Historia del Arte, presenta dos exposiciones: Artesanía
y Alquimia. Su pasión por las artesanías y los objetos hechos a mano la llevó a
fundar en 2015 Magnetic Midnigth, marca con la que creó tocados únicos
inspirados en vestidos y accesorios basados en tradiciones de la historia
autóctona y cultural de Colombia.
Dividida en dos cuerpos, Mimetismos y Recreo, la muestra de
Echavarría traza un recorrido desde los saberes ancestrales hacia el mundo
contemporáneo, donde las técnicas tradicionales se reinterpretan como una
práctica viva de la riqueza material de artesanos y artesanas. La excelencia
técnica propone una lectura expandida de la artesanía como archivo latente y
materia abierta a la transformación.
Inspirada en la tradición europea de los faux finishings
-acabados decorativos que desde la pintura replican mármol, piedra o madera-,
las piezas de Echavarría transforman la artesanía del Pacífico y el Caribe en
mueblería europea contemporánea, tal y como se evidencia en sillas, mesas y
cestería trabajadas con la técnica del werregue, de las comunidades
Wonaan y Embera.
“El werregue es una palma, y a la vez el nombre
técnico ancestral de esta labor hecha a cuatro manos, en la que el hombre
recauda el material y la mujer lo cocina con puchi, azafrán y achiote”, explica
Sara Cifuentes, mediadora de la exposición. El tejido del tapete, en este
espacio de la sala, es una pieza inspirada en el peyón wayú: el urdido comienza
desde el centro, en forma de espiral, como eje de hilado de su geometría”,
agrega.
Memoria ancestral, artesanía y alquimia, entre madera y fibras naturales. Foto: Koladenaranja
Los rayos del sol al final de la tarde decembrina se cuelan
por la ventana del salón de cerámica, y se posan sobre dos mesas bajas árabes,
con sus respectivos bancos. En una hay un tablero de ajedrez y en la otra uno
de backgammon, juego de azar originario de Oriente Medio que adoptaron
como propio los ingleses.
Ambos tableros están elaborados en madera y cerámica, y el
tejido de la caña flecha interviene como marquetería. Las 32 fichas del ajedrez
no son las convencionales. Echavarría ha contravenido el modelo de los persas,
al crear su propio fichero: unos cuadritos planos, con los mismos materiales
del tablero, cada uno con su específica identidad.
El ajedrez en madera con incrustaciones de caña flecha. Foto: Koladenaranja
El backgammon inglés, que se juega con 12 fichas y
un dado, pasó por las manos artesanales de la comunidad Kamëntsá, que
embelleció el set de fichas con incrustaciones de chaquiras, las mismas cuentas
multicolores con las que decoran los cuencos para la ceremonia del yagé, y como
artilugios para las máscaras de sus rituales. El decorado de la sala lo
completa el tapete hecho en palma estera, y la lámpara de techo tejida en iraca
por artesanos de Usiacurí, Atlántico.
Este laboratorio, al que Echavarría ha llamado Mimetismos,
es una exploración de la materia y de sus apariencias, que plantea específicos
interrogantes: cómo la caña flecha se transforma en marquetería; el tejido de werregue
evoca la nobleza de la piedra; el tamo transmuta en una ilusión óptica del
papel marmoleado; las hamacas de San Jacinto se transfiguran en toldos
circenses; los tejidos en fique de Guacamaya (Boyacá) enaltecen la fina
cestería; y el tejido en crochet de la mochila wayuu con su simbólica geometría
se apropia de cojines para banquitos.
El universo creativo de Lucia Echavarría habla por sí solo
con el lenguaje y la destreza de las manos, inspirado y materializado en la
profunda historia ancestral colombiana que, ella, embajadora del arte y el
diseño, ha dado a conocer en prestigiosos escenarios del orbe como la Casa
Christie's, de Nueva York; el Lamb Gallery, de Londres; el Salone del Mobile,
de Milano; el Designe Miami; y, por supuesto, la Casa Azul, entre otros.
Materia infinita
¿Cómo firmar un acuerdo entre potencias como la luz y la sombra, el acero y la madera, el hierro y el ladrillo, la cerámica y el cristal, el ónix y el mármol, para que convivan y seduzcan en distintos espacios, logrando equilibrio y armonía? Mónica Barreneche Olivares responde estas preguntas bajo su premisa de Materia Infinita, piedra angular que proyecta y escenifica el ADN del diseño colombiano.
En efecto, el ambicioso proyecto que apuesta al
redescubrimiento, la innovación y lo disruptivo, se ve hoy consolidado en ocho
estudios que reinterpretan la materia desde su propia mirada. Cada estudio
trabaja con un material distinto, explorando su carácter y sus posibilidades
para dar forma a un espacio único.
“El resultado táctil de esta disciplina -afirma
Barreneche-, se puede recorrer en ocho espacios habitables que hablan por sí
mismos de las inquietudes arquitectónicas de una generación ávida de
exploración y arraigo. Al elegir un material, estudiarlo con detenimiento y
trabajar con él hasta extraer su esencia. Los estudios encontraron una
narrativa, descubrieron una identidad, y entendieron cómo ese material puede
hablar de la cultura, la historia y las aspiraciones del diseño en Colombia”.
El estudio del apartamento se transforma en un jardín mineral. Foto cortesía: Koladenaranja
Materia Infinita se abre como una flor en el centro del
vestíbulo que da acceso a las demás habitaciones, con un imponente micelio,
cuyo pileo o capuchón roza el techo con su luz magnífica. Está elaborado con el
sustrato saturado de las cepas de hongo y concreto: dos materiales con procesos
distintos que, al encontrarse, dan forma a una pieza que surge del intercambio
entre naturaleza y técnica. Fue diseñado a gran escala con tecnología 3D por
Juan Carlos Naranjo y Cristina Cruz, del estudio LAP.
El comedor, espacio de Estudio DEB, fue hecho en madera de
piopo, con revestimiento de cerámica reciclada de baldosa. Las copas del
Estudio Mariposa son el resultado de una fusión entre acero inoxidable, piedras
preciosas y vidrio soplado. La estructura de la mesa baja está inspirada en la
disposición japonesa que reduce las jerarquías e invita a la contemplación, la
conversa y el disfrute sensitivo de compartir alimentos.
Estudio Crearq interviene una cocina que desafía la función
tradicional con una poceta de ónix y grifería de acero inoxidable como
materiales protagónicos de este espacio que juega con la luz y la sombra, y
contrasta con los efectos iridiscentes de una anémona hecha con lápices de
colores, del artista Miguel Booner. Dividida en varios ambientes, el hogar
revela la sensibilidad del diseño con precisos detalles. La lámpara, en acero
inoxidable y técnica de tamo, de Pasto, Nariño, es una obra de arte de Alejandro
Tapias, de Alto Estudio.
El tocador, de Ele-Ve Estudio, fue concebido para
transformar el quehacer cotidiano en un ritual, inspirado en la intimidad del
antiguo peinador. El espejo fue decorado con un delicado textil colombiano,
cuya materia prima es el hilo de seda. Espejo y mueble fueron remodelados. El
peine platinado es de Adriana Marmorek. La lámpara es un tejido en werregue de
artesanos Embera. Cleopatra hubiera dado el oro del mundo por este tocador.
Concebido como espacio de bienvenida para una nueva vida,
Sofia Vera Estudio se inspiró en los páramos que rodean a Bogotá. Con una
mirada arraigada y sutil, la artista propone un entorno de conexión natural,
donde el diseño no se impone sino que transpira, protege y acompaña. Utiliza el
fique como materia base, que combina con fibras como yaré, rafia y alpaca. Los
biombos están bordados con hilo de seda. La cuna mecedora, en forma de ganso,
tejida en mimbre y yaré, se roba todas las miradas.
En apenas 15 metros cuadrados, ar_ea convierte el estudio
del apartamento en un jardín mineral. A primera vista, el escritorio de oficina
es una insólita composición de ladrillo y arcilla seca extraída de Amagá,
Antioquia. Le hace juego una silla en acero inoxidable. El sonido del agua, que
proviene de una fuente de piedra, añade una capa sensorial, bajo un plafondo de
sombras y reflejos, creado por Estudio DEDÓS. Complementa la experiencia la
obra textil de Vanessa Gómez concebida para entretejer color, textura y
materialidad.
El proyecto se estructura en dos gestos complementarios: un
muro-celosía inspirado en la arquitectura tropical que filtra luz y aire, como
un velo poroso, y una mesa-escritorio sostenida por columnas de ladrillo
prensado. En su centro expone fragmentos de arcilla cruda y pulverizada. Amalia
Ramírez, fundadora y directora de ar_ea, aborda por primera vez el ladrillo
como punto de partida para abordar espacios y atmósferas contemporáneas.
La cocina lleva el sello de Crearq. Nótese los destellos de la lámpara de Alejandro Tapias, Abajo la poceta elaborada en ónix. Foto cortesía: Mónica Barreneche
El Umbral de lo Invisible da acceso a la habitación
principal del Design House Colombia, que una visitante entrada en años,
califica “de ensueño”, seguido por un suspiro. Diseñado por Studio Peraza, fue
concebido como un refugio de sosiego y suspensión perceptiva, en torno a una
plataforma cristalina con estructura metálica interna que sostiene una cama
escultórica de líneas bajas. Alrededor, muros espejados, repisas flotantes y
elementos en acero, amplifican una sensación de frescura.
La luz natural, filtrada a través de los velos de gasa, se
modifica en un material activo que modifica la percepción del espacio a lo
largo del día, proyectando sombras ondulantes sobre superficies pulidas. El uso
de cemento bruñido en pisos y paredes, refuerza la limpieza visual y la
vocación minimalista del ambiente, sirviendo como un lienzo neutro sobre el que
se despliega un juego de reflejos y transparencias. Este carácter,
esencialmente frío, se matiza con los textiles de cortinas y tapicería, sin alterar
la atmósfera sutil del conjunto.
En la habitación principal, Studio Peraza utilizó el vidrio como elemento conductor de visibilidad, ligereza y confort. Foto cortesía: Mónica Barreneche
A contra piel de la soñada habitación, la sala del
apartamento, creación de MEZK Studio, revela un íntimo y confortable aposento,
donde el cuero -en diversas texturas, tonalidades y tratamientos-, celebra el
refinado gusto y la herencia cultural árabe de su diseñador, oriundo de
Montería. La propuesta fusiona memoria arquitectónica y diseño contemporáneo,
exaltando lo artesanal y atemporal.
La arquitectura local se refleja en las celosías continúas
junto a la chimenea y la cortina recogida a la tradición de las mezquitas. Para
MEZK Studio, las bases del diseño clásico tienen hoy relevante vigencia: más
que imponer un concepto, su propuesta oscila entre lo práctico y lo cómodo,
transformando la sala en un punto de encuentro entre la identidad bogotana y la
memoria como legado arquitectónico y cultural. Sobre la chimenea se destaca la
amplia fotografía de 'Don Walter', legendario personaje del Bosque Izquierdo y
sus alrededores, obra del recordado maestro del lente Lucho Mariño.
El Universo de lo múltiple
El tejido de metales industriales ocupa considerable tiempo y espacio en el taller - costurero de Claudia Hakim. Foto cortesía: Sara Cifuentes
El epílogo del fascinante periplo por la Casa Azul
corresponde a Claudia Hakim, obstinada y polifacética creadora y gestora
cultural, y de hecho, anfitriona. El Universo de lo Múltiple, como ella
denomina su exposición, revive la búsqueda y el trajinar de las escultoras que
eligieron materiales fuertes de chatarrería, que nos remite a la contundente y
vertiginosa vida y obra de Feliza Burzstyn, novelada por Juan Gabriel Vásquez.
Hakim se adentra en estos depósitos donde reposan desechos
industriales y de manufactura automotriz, para rescatar los elementos con los
que, en su taller, construye sus obras. Aros de rines, embragues, piezas
modulares, entre otros cacharros, cobran vida en sus manos, cuando el arte, que
es la épica de todo lo posible, de los residuos, por más oxidados y retorcidos,
surge poesía y belleza.
Su labor retadora con lo indomable arroja múltiples expresiones que interactúan entre memoria, luz y espacio. “Estas obras nos recuerdan que nada está condenado al silencio: todo lo material guarda un potencial latente, esperando la mirada que lo transforme en arte y en símbolo de futuro”, resume Hakim que, al cierre de su exposición ya tiene agendada reunión con su hija Estefanía, y Mónica Barreneche, para botar corriente sobre el megaproyecto con el que NC ARTE nos sorprenderá en 2026.

























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