lunes, 17 de noviembre de 2014

Don Raimundo & Mister Black

Pelea casada: Don Raimundo y Mister Black. ¿A cuántos asaltos? Fiscalía tiene la campana. Montaje: Delfinstereo.com
Ricardo Rondón Ch.

De no haber sido por la metida de pata de la Señorita Huila, Laura Saavedra, cuando dijo que Nelson Mandela era el creador del Concurso Nacional de Belleza, y del veto que don Raimundo Angulo le puso al champetero Mister Black, el tradicional evento de las beldades emperifolladas hubiese pasado este año con más pena que gloria.

Sí, porque el Reinado de Cartagena hace tiempo que dejó de interesarle a la gente, como en otros años, los primeros de doña Tera Pizarro de Angulo (fundadora del certamen), donde a las candidatas no se les observaba ni se les trataba como a ejemplares de feria bovina: rostro, muelamenta, pechugas, derriere y cadera, sino que habían otros parámetros independientes del marketing de Leonisa (el brassier que sí modela) y la cosmética de polvos Helena Rubinstein y Elizabeth Arden, diseño de sonrisa, silicona al por mayor, rinoplastia y lipoescultura.


Las soberanas tenían más clase que látex en sus 'pompis' y pechugas; más elegancia en su conjunto que maletas y maletas repletas de tacones de cristal y ropa de marca; y más cultura general, porque en aquellas épocas la televisión no pasaba de tres canales y quedaba tiempo de sobra para consultar en la biblioteca del padre o del tío erudito a la hora de enfrentar los interrogantes del jurado y de los reporteros de costurero.

A la Señorita Huila, Laura Saavedra, le quedará sonando de por vida el nombre de Nelson Mandela. Foto cortesía: Reinel Llanos
Y eran más inteligentes, por lo menos al contestar con un ‘No sé...’ a una pregunta, porque qué hay de malo que una niña de risita nerviosa como las de ahora, caso particular la candidata del Huila, con un chicle frugal a manera de calza en una de las cordales, y encima de eso batiendo con las caderas una manguera de ula-ula, no sepa quién fue el respetable y recordado líder africano.

De hecho, mucha gente no lo sabe, como quedó registrado en una encuesta callejera de noticiero, después de conocerse el ‘escándalo’, que no es un escándalo, como los que alborotaron el cotarro en Cartagena en los años 80 y 90, cuando se infiltraban a granel dineros del narcotráfico y volaba plata en rama por cuenta de los ‘calientes’ de camisas hawaianas, gafas polarizadas, mocasines blancos de nutria y una Pietro Baretta de oro en las guanteras de camionetas estrafalarias con vidrios y carrocería blindada.

Esos sí eran escándalos cinematográficos que disparaban la circulación y venta de tabloides y telenoticieros, esto agregado a la mamada de gallo más grande en la historia del reinado, cuando por apuesta de ‘durangos’ llegó al concurso como aspirante del Amazonas una señora unida en matrimonio, de nombre Catherine Sánchez, de ñapa, con dos meses de embarazo.

Corría trepidante noviembre de 1993 y en el país, después de saberse todo, y de ser ella la más opcionada para ceñir la corona, nos hizo revolar en cuadro cuando a primera mañana y después de una noche entera de vigilia, se escapó con su chaperona por la puerta trasera de la cocina (por donde entra el mercado) del Hotel Hilton. En el aeropuerto, la archifamosa reina casada dejó viendo un chispero a la desconcertada prensa, al emprender vuelo en un avión charter, rumbo a Medellín, a cobrar la atractiva bolsa de la apuesta. De película. Días después, arrepentida y bañada en lágrimas, pidió perdón al país y a la afligida de doña Tera 

Dos años antes, los cimientos de La Heroica se estremecieron cuando la atlanticense Maribel Gutiérrez Tinoco fue elegida Señorita Colombia, y al instante se supo a todas luces que el fallo fue promovido por los dineros de la mafia. Capítulo similar protagonizó la representante de Vichada, en 1993, Luz Adriana Ruiz Jaramillo, quien tenía una relación sentimental con el capo, Pastor Perafán, hoy recluido en una cárcel de Tampa (EEUU), y quien fue pieza clave para su captura en Venezuela. La beldad paisa tuvo que enfrentar un proceso por enriquecimiento ilícito.

Pues de las reinas, pobrecillas ellas, unas por 'avionas', otras por ingenuas, ha comido, bebido y denigrado medio país. Y es razonable la postura de ciertos padres conservaduristas de que sus adoradas muchachitas, más por vanidad y vitrina que por otra intención, se metan en camisas de once varas, representadas en esas pusilánimes y tediosas jornadas de hasta veinte días, desde las cinco de la mañana, hasta la una de la madrugada, sometidas a dietas conejeras de verduras, cereales, leguminosas y agua a borbotones; ejercicios de comandos mercenarios a ritmo de dance y electrónica, y sonrisas impostadas a los fotógrafos en medio de retortijones de cólicos menstruales.

Y encima de todo eso, pruebas de ICFES con probabilidades de A, B y C, como si no hubieran tenido suficiente con los paredones impenitentes de tiza y tablero del bachillerato, los dolores y las amanecidas para aprenderse de memoria -y al derecho y al revés- la tabla periódica de los elementos químicos, los postulados y las ecuaciones de Al Juarismi consignadas en el álgebra y la trigonometría de Baldor, ni hablar de las lecciones de gramática y ortografía, donde todas se rajan.

Verónica Velásquez, Señorita Antioquia 2008, sigue siendo la número uno del top 10 de las respuestas más 'originales' en la historia del reinado. Foto: Archivo particular  
Por eso la mayoría terminan estudiando Comunicación Social, porque no pasaron en Ingeniería, Contaduría, Derecho, menos Medicina o Matemáticas puras. El mismo don Raimundo, en las preliminares del certamen, les augura un futuro promisorio ante cámaras, por encima de sesudas disertaciones sobre si la mujer es el complemento del hombre, máxima real de Verónica Velásquez, representante de Antioquia, en 2008, cuando dijo que “el hombre se complementa al hombre; mujer con mujer; hombre con hombre, del mismo modo y en sentido contrario”, para beneplácito de la comunidad LGTBI. La perla de la beldad paisa sigue vigente como la número uno del top 10. No hubo Huila que la destronara.

De hecho, no hay necesidad de estudiar Comunicación Social si se ha pasado por la prueba reina de los interrogatorios y de aquellas memorables respuestas que hubieran mandado al manicomio en par patadas a Aristóteles, Nietzsche, Descartes, Montaigne y Sartre. Cómo no, ellas también están en todo su derecho de filosofar, de romper con los convencionalismos y la rancia estética de la razón y el pensamiento, “del mismo modo y en sentido contrario”.

Qué estudien las feas, aunque mal les paguen detrás de cámaras, las hormiguitas de reportería, porque una señorita glamurosa de pasarela real sale directo y sin engorrosa entrevista para el set de un noticiero de televisión, por lo menos el de la sección de farándula y entretenimiento, donde no hace falta saber qué es un símil, una sinécdoque, una metáfora o un retruécano, para recibir una mensualidad afortunada que ya quisiera usufructuar, luego de una vida dedicada a la investigación y el estudio, un científico de física cuántica de la Universidad Nacional o el biólogo de marras que está a punto de descubrir la vacuna contra el Ébola.

En mis épocas de reportero de calle y ballenera, solía cuadrarles las respuestas a las candidatas, de modo que no parecieran tan brutas y desinformadas, que están en su derecho de serlo. Acaso quién dijo que para ser reina hay que estudiar, menos pasar un examen. Se es reina. Y ya. Si tiene apellido rimbombante y pergaminos de portafolio. Pero más, si tiene plata suficiente para costear la millonaria parafernalia que demanda un reinado, un multimillonario negocio que no aparece en los récords de las revistas especializadas en economía. Que se sepa, don Raimundo Angulo nunca ha figurado en la privilegiada lista de magnates de Forbes. Algo de pudor le quedará.

El champetero Mister Black: "Hay que jalarle al respetico con las negritudes". Foto cortesía: La Mega.com
No tan explícito como el de vetar al champetero mayor del momento, Edwin Antequera, más conocido como Mister Black, no creo especificamente que por racismo sino porque le fastidia la champeta, y está en todo su derecho. Vale la pena aclarar que él en ningún momento expresó que no le gustan los negros (ni las negras), sino que fue enfático al advertir que  “ni serrucho ni bandidas”, el primer terminacho, que produce sarpullido en la casta de políticos y funcionarios de la costa; el segundo, una palabreja que denota dudoso comportamiento y conducta femeninas, asociada a las famosas prepago, como las señaladas damitas de compañías 'calientes' que han desfilado por el exitoso género de la narconovela de Gustavo Bolívar y de ‘Madame Rochi’. 

Un escandalillo que no pasará a mayores por más amenaza de demanda penal del ofendido, que ya está ahíto de millones devengados con el sonsonete acompasado de su champeta, modelo a seguir de los rebuscadores de trenza de los articulados que, amplificador casero al cinto y micrófono a flor de labios, pregonan a cual más el oprobioso espectáculo de la necesidad, el desplazamiento y la miseria, en pos de unas monedas.

Cada uno en sus pulposos negocios, don Raimundo y Mister Black, tienen sus arcas al tope. Y lo más seguro es que de llegar a tribunales, se hagan pasito y sin tanto ruido; cara a cara, aunque no estén cortados con la misma tijera, por lo menos en lo que al cuero cabelludo se refiere.

Pero no hay que "encender alarmas" -como dicen los 'cargaladrillos' de ahora- que peores reinados ha resistido el país del miedo en su historia siniestra y carnestoléndica: la corrupción imperante y a ultranza -desde quienes manejan los hijos del poder hasta el boticario de barrio pobre-; la compra-venta de conciencias; los chorros a propulsión de 'mermelada'; los falsos positivos; la minería ilegal; la falacia imperante y el desgreño administrativo; los carteles de la contratación; los ídem de pañales; Interbolsa; los reinados a sus anchas de la subversión y las Bacrim, que están acabando con lo poco que queda de Colombia; el reino cada vez más implacable y arrasador del microtráfico; entre otras pestes pútridas y demoledoras de la nación.

"Ellas de noble cuna y yo humilde plebeyo", como en el célebre valsecito del compositor peruano Felipe Pinglo Alva, me sigo aferrando a la idea de que en este país enloquecido y desbarajustado, de reinas, estamos...¡Hasta la coronilla! 
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