sábado, 3 de mayo de 2014

De Fernando Vallejo a Becca Fitzpatrick

Fernando Vallejo durante su firma de libros en el stand de Alfaguara. Foto: La Pluma & La Herida
Ricardo Rondón Ch.

Dos vertientes caudalosas cruzaron ayer a media tarde el ancho territorio babélico de la Feria del Libro de Bogotá: el río del tiempo de Fernando Vallejo, proceloso y turbulento, que no desemboca en ninguna parte porque está escrito en primera persona; y el río quimérico de la joven escritora estadounidense Becca Fitzpatrick, donde beben insaciables las nuevas generaciones, seducidas por su saga de ángeles luciferinos; amores e intrigas trepidantes, hechos inexplicables, misterio y muerte a babor.

Ambos ríos, representados en las tumultuosas filas, la mayoría de jóvenes (celebramos que sea la juventud) que se cruzaron hacia un mismo pabellón, el número 6, donde Vallejo y Fitzpatrick se disponían a firmar libros en los stands de las editoriales que les corresponden: Alfaguara y Ediciones B, respectivamente.

El primero, con las numerosas ediciones de un escritor de culto como Fernando Vallejo, de sus novelas: ‘La virgen de los sicarios’,  ‘El río del tiempo’ (‘Los días azules’, ‘El fuego secreto’, ‘Los caminos a Roma’, ‘Años de indulgencia’, ‘Entre fantasmas’), y de ahí en adelante, en vertiginosa producción, ‘El desbarrancadero’, ‘La puta de Babilonia’, ‘El don de la vida’, ‘Casablanca, la bella’, amén de sus trabajos científicos, sus tautologías de la evolución, y sus ‘Peroratas’, compilación de discursos y conferencias en eventos académicos y ferias del libro del mundo a donde ha sido invitado.

La segunda, de una increíble convocatoria por parte de la población juvenil, a raíz de su saga: ‘Hus, hus’ (2009), ‘Crescendo’ (2010), ‘Silencio’ (2011) y ‘Finale’ (2012), traducida a varios idiomas, incluido español, chino, italiano, francés, polaco, rumano, turco, portugués y sueco, y con el anunció de la publicación de una nueva novela para el segundo semestre de 2014: ‘Black ice’.

Vallejo, paisa, en la línea de los 72 años, amado y odiado, polémico y controvertido cada vez que vuelca su pólvora en sus escritos, o a través de sus alocuciones, desde la diáspora de su residencia en Ciudad de México, o de cuerpo presente en la feria del libro de Bogotá, cálido y accesible con sus seguidores, muy distante del veneno y la bilis que le endilgan sus detractores.
La escritora estadounidense Becca Fitzpatrick, de poderosa convocatoria en la juventud. Foto: La Pluma & La Herida
Fitzpatrick, 35 años, rubicunda, narradora gracias a su marido Justin, quien  de regalo de cumpleaños en 2003, cuando aún eran novios, la inscribió en un taller de escrituras creativas, prueba de fuego que le hizo sacar a flote la intimidad de su diario de impúber, para desbordar ese río de la imaginación y de los amigos inventados que rodearon su infancia, y que desde hace cinco años pueblan sus exitosas novelas.

Vallejo y Fitzpatrick: dos conceptos opuestos de la literaura, el primero abonado en surcos fecundos de la filología, del descarno a contracorriente de sus propias heridas, de su iconoclastia y su escepticismo, de su visión pesimista y trágica de la vida y del mundo, en especial Colombia. La segunda, una narrativa sin mayores pretensiones estilísticas, que navega sin contratiempos y atrapa desde la primera línea hasta el final con un asombroso poder de conquista, tal como lo han hecho J.K Rowling con ‘Harry Potter’; Stephenie Meyer, con ‘Crepúsculo’;  o E.L. James, con ’50 sombras de Grey’, todas ellas, arrasadoras en las librerías del orbe.

Dos aguas distintas que sólo se pueden cruzar en un certamen de singular importancia como la feria editorial que nos acontece, sin que  haya habido una mirada de por medio, sin que el uno se enterara de que existe el otro, menos de las obras que los representan.

-¿Esta es la cola para la firma de libros de Becca Fitzpatrick-, preguntó una dama que iba acompañada de su hija adolescente.

-No, reportó un caballero: esta es para los libros de Fernando Vallejo.

-¡Ay!, no, qué pena, pero ese señor ni me lo nombre, que es el mismísimo demonio-, ripostó aterrorizada la señora.

Pues el autor colombiano y la narradora gringa también coinciden en que escriben de demonios. Los de Vallejo no pueden ser más terrenales, de carne y hueso: aquellos que hipotecan el país en aras de sus intereses personales, los ‘vendepatrias’, los protagonistas de la vergonzosa farsa política que ha mancillado la nación (digna del gran Moliere), que fue argumento de su más reciente perorata, del monólogo que al final de la tarde atiborró de gente el auditorio ‘José Asunción Silva’. Y, los demonios sensuales de Fitzpatrick, que antes fueron ángeles y desertaron de su misión por el tedio de habitar por siglos en un cielo donde nunca sucedía nada, donde todo era perfecto y sin mácula.

Vallejo y Ftizpatrick, dos escritores distintos, con un solo fin verdadero: incentivar el placer de la lectura, por encima de cualquier disquisición o polémica, en un mundo fascinante donde hay lugar para todos: el libro.

Citas citables de Fernando Vallejo

“He venido perdiendo la fe de a poquito. Y la acabé de perder hace dieciocho años, cuando se murió mi hermano Darío” (inspiración de ‘El desbarrancadero’).

“Mi mayor inconformidad es con la vida, que es el horror y la mentira”.

“Yo no soy un tipo de recuerdos, ni de fotos, ni se evocaciones de niñez, porque eso equivale a acabarme de desintegrar”.

“La única muerte que me ha conmovido de un ser humano, fue la de mi hermano Darío, que fue trágica, lenta, dolorosa. Lloro sí las muertes de los animales, el desastre de los caballos abandonados y golpeados, los perros con llagas que se mueren de hambre en las calles”.

“El único temor que me acecha a mi edad es a seguir viviendo. Soy como la gata de doña Flora, que cuando se la meten, chilla; y cuando se la sacan, llora”.

“Para mí la vejez es otra etapa del desastre de la vida: la última, cuando nos va peor”.

“La juventud son muchas cosas a la vez, entre ellas la inconsciencia, el no saber qué es la vida. Sólo se aprende viviendo”.

“Si hay algo que me hace feliz es ver un ser humano acompañado de su perro, o cuando oigo alguna aria de Mozart o de Gluck”.

“El libro más bello que he leído es ‘El Quijote’, y son muchas las razones, una de ellas, porque Cervantes era un santo”.

“Mi concepto más arraigado de la belleza, que también es una ráfaga fugaz de la felicidad, son los muchachos bonitos, que me hacen latir muy rápido el corazón”.

“Si tuviera ahora mismo un millón de dólares, lo repartiría entre las sociedades protectoras de la fauna de los países latinoamericanos”.

“La biología me ha ayudado a entender la inutilidad de la vida”.

“Darwin es un impostor. Darwin no entendió nada del fenómeno biológico que pretendió explicar el origen de las especies. Para empezar, porque ni siquiera se tomó el trabajo de definir qué es una especie. Mucho menos para explicar su evolución”.

“Si estoy en contra de la reproducción es porque la vida es en esencia dolor, un paso efímero por el gran matadero que es el planeta tierra para volver a lo mismo, a la materia de donde nos sacaron sin pedirlo”.

“El cielo atmosférico no es el cielo de Dios, porque Dios no existe. Y si Dios es el artífice de esto que llamamos planeta, vida, como lo han pregonado los curas, pues hizo una obra muy chambona. Si Dios existe, no lo quiero”.

“Creer puede abarcar muchas cosas: creer en Dios, por ejemplo, es creer en la existencia de alguien que no vemos. Pero creer en una persona es creer en su capacidad de amor, o por lo menos en su lealtad, o en su rechazo a la traición”.

“Todos los días me tengo que inventar cosas para sobrevivir. Lo único que existe es el presente, que es efímero y que va a una velocidad creciente a medida que uno envejece. El pasado solo son recuerdos borrosos, y el futuro conjeturas. El hombre, y sospecho que también muchos de los animales, pueden recordar y conjeturar”.

“Me considero una máquina sin libre albedrío, negado a los vicios”.

“La Virgen de Sabaneta en mi niñez no era María Auxiliadora como es hoy, sino Santa Ana, su mamá. O sea que la hija terminó desbancando a la mamá”.

“El río del tiempo no desemboca en ninguna parte, porque como yo escribo en primera persona, no pudo decir: ‘ya me morí’”.

“Cuando veo las entrevistas que me hacen, publicadas, se me cae la cara de vergüenza. Les tengo más miedo a los periodistas que a los sicarios de Medellín”.

“Mi polémica con Cristo es que le prometió la salvación a los hombres, pero no a los animales. Porque los animales también son nuestro prójimo, y no sólo el hombre, que es el más malo de los animales. Y después de Cristo, Mahoma, esa bestia reproductora y lujuriosa”.

“Yo de lo único que me considero artista es de la supervivencia: en un mundo de locos rabiosos llegué a la vejez”.

“Quise ser músico o compositor. Pero como no tenía música en el alma, no me quedó más remedio que dedicarme a esas dos artes menores, el cine y la literatura”.


“Tengo temor a morir decapitado, esa es una de mis frecuentes pesadillas. Quiero morir por una bala, disparada por otro, que atine al corazón”.

Video monólogo Fernando Vallejo, en FILBO 2014:
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