'Sinfonía de las canciones dolientes', del Ballet de la Ópera de Ljubljana, de Eslovenia, homenaje a la memoria del gran Tomaz Pandur, dirigida por su hermana Livia. Foto: TMJMSD |
Cuando era adolescente, Tomaz Pandur (Maribor, Eslovenia, 1963-Skopie, República de Macedonia,
2016), como la mayoría de los imberbes, quería cambiar el mundo y hacer uno a
su manera, pero a buen tiempo se dio cuenta que políticamente no encontraría
cauce. Por eso buscó refugio en el teatro. Y vaya que ese ideal transgresor que
germinó en la edad temprana, le dio fructíferos y contundentes resultados.
La rúbrica de Pandur
en el Festival Iberoamericano de
Teatro de Bogotá, que él con toda su experiencia y recorrido consideró como
uno de los más importantes del mundo, fue de ineludible presencia desde 1999,
cuando llegó a la capital luego de estrechar lazos de amistad con Fanny Mikey y Ramiro Osorio (en ese entonces codirector del festival), hasta 2016,
cuando a escasos días de llenar con su Fausto
las cuatro funciones del Teatro Julio
Mario Santo Domingo, nos enteramos estupefactos de su fallecimiento en
Macedonia, al otro lado del mundo, en pleno ensayo de El Rey Lear, a los 53 años.
De Pandur, el
público bogotano y de otras latitudes disfrutó en varios festivales de sus
obras de culto: Cien minutos, basada
en Los hermanos Karamazov, de F. Dostoievski; Barroco, basado en Las
amistades peligrosas, de C. de
Laclos y en El Cuarteto, de H. Müller; Calígula, versión de Albert
Camus; Infierno, cuadro
impactante y sobrecogedor inspirado en la Divina
Comedia, de Dante (en la que
actuó Fanny Mikey), versión española
del poeta Luis García Montero; Sherezada, adaptación de Las mil y una noches; Medea, derivada de la dramaturgia primigenia
de Eurípides; y Fausto, de Goethe, que fue
su última visita a Bogotá.
La puesta en escena transporta al espectador, a través de tres cantos, a un doloroso y prolongado lamento ante la pérdida irremediable del ser amado. Foto: TMJMSD |
En sus creaciones y adaptaciones que ahondan en las flaquezas,
conflictos y tormentos de la condición humana, de marcada influencia social y
política (crítico incisivo del poder tirano y devastador), Pandur trabajó con su hermana Livia,
también dramaturga, directora de arte y cofundadora de la Compañía Internacional Pandur Theaters, productora de grandes
espectáculos escénicos incluidos danza contemporánea y ballet.
Como Livia,
que sufrió desde la adolescencia la cruenta guerra, Tomaz quedó marcado por el conflicto bélico de su país de origen,
que para él y hasta su fallecimiento, nunca dejó de ser la antigua Yugoeslavia.
“El cambio fue radical cuando comenzó la guerra -dijo el
dramaturgo esloveno a este medio en 2016-. Yo me desempeñaba como director del Teatro de Maribor, y en una sola noche
nos cambió la vida y el mundo entero. Las imágenes de la destrucción están
intactas, como las voces de socorro de las mujeres y el llanto de desesperado
de los niños en medio del humo fatídico. Fue como la caída de los dioses, y con
ellos, la caída de los valores éticos y morales. Como en una película de terror,
cerrábamos los ojos para hacernos a la idea de que todo era una pesadilla.
Cuando los abríamos, la pesadilla era peor. Y así duró mucho tiempo”.
Para Tomaz y
para su hermana Livia, el único refugio
a la postre fue el teatro; la tabla de salvación más próxima era escribir,
trabajar, investigar, diseñar, reinventar la vida y el amor en función de los
escenarios, como elemento unificador y a la vez catártico.
Con Fausto, adaptación gótica de la obra de Goethe, Pandur se despidió para siempre del Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá. Hoy se le rinde tributo. Foto: FITBO |
Muchos de esos cuestionamientos se ven en sus montajes, dotados
de imponentes escenografías, de claroscuros y de opacos metálicos, y de agua,
de mucha agua -como constructivismo
escénico, fiel espejo de la realidad y contextualización dramática- por la
que transitan seres vulnerados y derrotados como fantasmas, agregado a múltiples
influencias que van del teatro griego, la cultura sagrada del Tibet, el
surrealismo y el impresionismo, y a la pasión irrefrenable por el arte, en
especial por el Renacimiento italiano;
por las tragedias clásicas, y por la narrativa de Dostoievski y Kafka, sus
principales fuentes. "Hacer teatro es un proceso alquímico", decía el director y dramaturgo.
Cuando se celebran treinta años del Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá, y diez desde que se apagó
la antorcha roja de su creadora, fundadora y directora hasta su fallecimiento
en agosto de 2008, Fanny Mikey, la
presencia de Tomaz Pandur en esta
16° edición no podía ser ajena, él que fue permanente y familiar tanto para la
organización como para el público que siempre agotó localidades con sus
montajes.
El poderoso espíritu y la obra de Pandur, su sed insaciable de conocimiento, su curiosidad por lo oculto
y desconocido; su cosmogonía teatral que él denominó de alta definición, y ese derroche de virtud y sensibilidad que marcó cada
una de sus creaciones, está vigente en esta 16° versión del Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá,
como un homenaje a su gran talento.
No podía ser otro que el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, el escenario en el que se
despidió, para la presentación del flamante Ballet de la Ópera de Ljubljana, con la obra Symphony of Sorrowful Songs (Sinfonía
de las canciones dolientes), dirigida en su momento por el difunto Tomaz Pandur, en colaboración con su hermana Livia Pandur y el coreógrafo Ronald Sakovic.
El horror de la guerra de su natal Yugoeslavia, marcó profundamente la obra de Tomaz Pandur en el teatro, que para él fue "un proceso alquímico". Foto: duendemad.com |
La
puesta en escena
Dicha pieza, creada a partir de la Tercera Sinfonía, Sorrouful Songs, del compositor polaco Henrik Gorecki, lleva este nombre ya
que incorpora tres cantos que transmiten al espectador un poético y desgarrador
lamento de la pérdida irremediable, en este caso, el de una madre que llora desconsolada
al hijo asesinado; una joven prisionera intentando consolar a la madre; y una Piedad con las manos hechas cuencos,
extrañando al crucificado.
En este ballet contemporáneo, Pandur invita a una reflexión sobre la diferencia entre el tiempo
objetivo: regido por los minutos, las horas y los días del calendario; y el
tiempo subjetivo: el que habita cada persona, y que hace que su manera de vivir
sea singular e inexorable.
La finalidad de Symphony
of Sorrowfull Songs es revelar la arbitrariedad y el fascinante misterio
del tiempo, así como permitir soñar en un
mundo cuadriculado, diseñado por formas geométricas, que reclama el espacio
para los sueños.
La
compañía
El Ballet de la
Ópera de Ljubljana, capital de la Eslovenia
natal de Tomaz Pandur y de su
hermana Livia, tiene una tradición
profesional de más de noventa años en su residencia, la Casa de la Ópera de Eslovenia, que permanentemente ofrece a las audiencias
la posibilidad de asistir a diversas producciones de danza clásica, así como a
un gran número de creaciones propias, de la mano de coreógrafos eslovenos e
internacionales.
Fechas
y horarios
Ballet
de la Ópera de Ljubljana – Eslovenia, Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo
Miércoles
21, jueves 22 y viernes 23, 8:30 p.m. Sábado 24, 5:30 p.m. y 8:30 p.m.
Para
ampliar información consulte la web del teatro:
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