El Baritenor Sidney Jiménez con el tenor español Plácido Domingo, en el Teatro Real de Madrid. Foto: Archivo particular |
Ricardo
Rondón Ch.
Al filo de la media noche, entre chascarrillos y celebraciones,
y al calor de unos tequilas, Sidney
Jiménez, acompañado del Mariachi
Evolución, interpreta sin micrófono México
lindo y querido, del compositor moreliano Jésus Monge Ramírez.
El segundo piso del emblemático Museo del Tequila (zona T, de Bogotá), del consorcio familiar González-Aragón, está a reventar de
comensales, en las postrimerías de un noviembre pasado por agua, pero con
buenos augurios de paz, más allá de polarizaciones y contradictores.
Sidney, tez
morena clara, espigado, corpulento, sonrisa de comercial, con una caja torácica
de los bisontes de Altamira, primeros referentes del arte rupestre, viste
chaquetón blanco, pantalón del mismo color, camisa negra, y botas de
interventor petrolero.
Sidney con el Calendario Azteca como telón de fondo, en el emblemático Museo del Tequila, del consorcio familiar González-Aragón. Foto: La Pluma & La Herida |
Si no fuera por la voz impetuosa que devora el
establecimiento, cualquiera de los que alzan copas pletóricas de agave y besan
apasionadamente a sus mujeres, podría confundirlo con un ingeniero de alto
rango de Ecopetrol, o quizás con un
afamado pelotero de Los Cachorros de Chicago,
de paso por Colombia, y aficionado
hasta los tuétanos del encabronado cancionero mexicano.
-¡Por
Dios, qué vozarrón!-, replica admirada una dama rubia que sostiene
entre sus finos dedos ese jacuzzi en
miniatura que representa la sensualidad de un Margarita, alta majestad de la coctelería azteca.
-¡Meeeeeeeeeeeeeeexico
lindo y querido / Si muero lejos de ti / Que digan que estoy dormido / Y que me
traigan aquí…
Entona el Baritenor tolimense, y su torrente de voz queda
suspendido en el aire, entre efluvios de Carolina
Herrera que exhalan las finas sedas de una joven cumpleañera, y los aromas penetrantes
y provocadores de las especias y los condimentos de la gastronomía mexicana,
del exquisito mole poblano y la salsa tabasco, y de los fogonazos intermitentes de un lomo
flameado en tequila que un mesero en volandas exhibe como un trofeo en la palma
derecha.
Portada y contraportada de 'A México', el primero disco de música popular mexicana de Sidney Jiménez, con el respaldo instrumental del prestigioso Mariachi Real Scarpetta |
El aplauso para el virtuoso cantante, que esa noche de
viernes ha querido pasar como espontáneo, se oye rotundo. El clamor por una
nueva melodía no se hace esperar. Los integrantes del Mariachi le hacen un
guiño y afinan guitarrones, trompetas, violines y vihuelas.
-¡Otra,
maestro!-, reclama un caballero que ocupa un asiento cercano a la
vitrina donde está entronizada la botella más grande de tequila en el mundo (registrada
en los Guinness Récords), en forma
de rifle, con capacidad para tres litros: “Un arma de largo alcance”, diría su
propietario.
-¿Otra
botella?, u ¿Otra canción?-, riposta un compadre en medio del
jolgorio.
Sidney
Jiménez esboza su sonrisa complaciente y pone a prueba del
respetable la voz lírica que Dios le
premió, para interpretar en su estilo Qué
de raro tiene, mentada ranchera de
Vicente Fernández.
Qué
de raro tiene / Que me esté muriendo / Por una mujer...
Al lado del altar de la 'Guadalupana' y en medio de la preciada colección de más de 3.000 botellas que alberga el Museo del Tequila. Foto: La Pluma & La Herida |
El estribillo de la melodía es coreado al unísono por
hombres y mujeres, al tiempo que llueven los flashes de los celulares para registrar un acontecimiento musical
imprevisto en el restaurante más apetecido
y cotizado de comida mexicana en Colombia, que alberga una preciada
colección de botellas de tequila, más de 3.000,
cada una con una leyenda qué contar.
Una nueva salva de aplausos. Otra canción. La sonrisa del
artista que destella fulgores diamantinos. Y el agradecimiento con venia, como
en su época dorada lo hacía Don Pedro
Vargas.
Las alas de prueba de A
México, el primer disco comercial que está promocionando el Baritenor ibaguereño,
han sido cumplidas con resultados extraordinarios.
De eso se trataba. De tomarle el pulso a una concurrencia
habituada al pentagrama mexicano para sus ágapes y encuentros sociales,
románticos y de camaradería, en Bogotá-Colombia, un país mexicanista por excelencia en el orbe.
El destacado intérprete ibaguereño en la faceta artística más reconocida y de grandes frutos de su carrera: el arte lírico. Foto: Archivo particular |
Pus
échele no más la rúbrica, mi cuate, que eso ya es éxito asegurado,
apuntarían los entendidos de Morelia,
Michoacán, para calificar un producto de compromiso y calidad, con la voz
operática de Sidney Jiménez, y el
respaldo instrumental del Mariachi Real
Scarpetta, galardonado como uno de los mejores del mundo en el Festival Internacional de Mariachis de
Guadalajara.
Camino a tomar un refresco en la barra, Sidney se detiene en el primer piso
frente al altar dorado de la Virgen de
la Guadalupana. Murmura algo en secreto, y accede al requerimiento de David Rondón, nuestro fotógrafo, que
busca el mejor ángulo para registrarlo.
Sonia
Aragón y su hijo Julián
González, propietarios del Museo del
Tequila, inspiración y genio de Alfonso
José González, que abrió sus puertas hace más de diez años, ofrecen cálidas
demostraciones de gratitud.
Julián,
empresario y productor de espectáculos como Frida/Libre,
monólogo escrito y actuado por Flora
Martínez -por estos días en cartelera en el Teatro Colón-, se interesa por la ópera que sobre Frida Kahlo, le comenta Jiménez, que no hace mucho tiempo él
tuvo la oportunidad de ver en Detroit,
y que sería estupendo montarla en Colombia.
Durante su espontánea y aclamada actuación en el Museo del Tequila, interpretando lo más representativo del cancionero mexicano. Foto: La Pluma & La Herida |
Por lo pronto, queda en conversación, el impulso que desde
el Museo del Tequila se le pueda
brindar a este trabajo discográfico, A
México, un tributo que recorre las páginas más sentidas y representativas
de la música popular mexicana: El popurrí Guadalajara
y Ay, Jalisco, Ya lo pagarás con Dios, Bésame
morenita; el popurrí Qué suerte la
mía y La que se fue (homenaje al
más grande, Don José Alfredo Jiménez),
A México (composición del actor Santiago Bejarano, piedra angular de
este álbum), Si Dios quisiera, México lindo y querido,
entre otras, con un bonus track Funicullí Funicullá, y el arreglo
sinfónico de Yo el aventurero.
No es gratuito que Sidney
Jiménez, luego de una amplia y brillante trayectoria como cantante lírico
por prestigiosos escenarios del mundo, se haya lanzado al ruedo de la popularidad
con esta ofrenda a México.
En la Ciudad
Musical de Colombia que lo vio nacer hace 36 años, el gusto por la ranchera
se compartió siempre al interior del hogar, aunque en la adolescencia los
proyectos de Sidney estaban visualizados
hacia las matemáticas puras. De hecho, logró su licenciatura en la Universidad Pedagógica Nacional, que
después aplicó en la docencia.
Aun así, a la par de las complejas operaciones de Pitágoras y de los sesudos teoremas de Euclides, la voz parlante fluía por
doquier, en el colegio, en las reuniones de familia, en los recuerdos del Teatro Tamaná, de Ibagué, donde disfrutó en primera fila las películas de la Época Dorada del Cine Mexicano, los
clásicos del Mario Moreno Cantinflas, y las memorables
producciones protagonizadas por íconos como Pedro Infante, Jorge Negrete, Javier Solís, Antonio Aguilar y Vicente Fernández, que marcaron sus derroteros
por lo popular.
'A México' y con 'México en un solo lugar', como cita el eslogan del Museo del Tequila. Foto: La Pluma & La Herida |
Lo de Sidney,
como gracia bautismal, tiene que ver con los caprichos de su padre, un hombre
aficionado a las travesías insondables del sabio Nicolás Copérnico, quien después de arduas jornadas sobre el mapa,
y sin lugar a concesiones maritales, señaló el nombre de la capital australiana
para su retoño. De haber elegido Camberra,
habría metido al pobre muchacho en un lío de Padre y Señor mío.
En cuanto a la herencia de su portentosa voz, Sidney se la atribuye a su tío abuelo Victoriano Moscoso, un patrón trajinado
en las faenas del agro, de contextura cavernaria, “capaz de llamar a pulmón limpio a los
jornaleros de una montaña a otra, y sin esforzarse demasiado”. Igual que su
convocatoria a los animales distantes para que comparecieran a los comederos.
La de Sidney,
una voz privilegiada que ha sido motivo de análisis por peritos y
especialistas, no sólo en el canto sino en Foniatría
(capítulo de la otorrinolaringología que se ocupa de la emisión de la voz y sus
alteraciones).
Como le sucedió cuando cursaba estudios de canto lírico en
El Liceo, de Barcelona, y presentó audición, nadie más ni nadie menos, que con Monserrat Caballé.
Ella fue quien lo sorprendió con un dictamen que jamás
había oído en su vida:
En el 'Juan Valdez' de la carrera 9° con calle 74, primer encuentro con el virtuoso cantante operático. Foto: La Pluma & La Herida |
“Usted es un tenor dramático. Es decir, se puede
desplazar sin contratiempos de la lírica al drama, con la misma frescura que
depara un abanico”.
Un diagnóstico diferente al de la señora Caballé, corrió por cuenta del afamado
doctor René Alzate, que con solo oír
su saludo al ingresar al consultorio, le dijo que, como el español Plácido Domingo y el legendario chileno
Ramón Vinay, Sidney ostentaba la fortuna de
ser un Baritenor, argumento que a su vez refrendó Cori Casanova, otra autoridad de la Foniatría, reconocida a nivel mundial.
¿Y qué es al fin de cuentas un Baritenor?
Tan sencillo como el parte emitido por la especialista Casanova: “Un voz conjugada por las
cuerdas de un barítono y la laringe de un tenor”.
Para la ortodoxia musical, “un cantante que goza de la
calidad y la fluidez de ambos: sus graves bien definidos y profundos como un
Barítono, y sus agudos apenas subrepticios,
con el color brillante del Tenor”. ¡Háganos el favor!
Con estas prodigiosas cualidades, el maridaje perfecto,
dirían enólogos, sommeliers, y finos
cultores del vino, Sidney Jiménez ha
recorrido a su antojo y con experiencias provechosas la escena lírica y
operática de Colombia, América y Europa, desde su debut en 2003 con Carmen, de George Bizet, pasando por sus roles en La Flauta Mágica, de W.A.
Mozart, El Barbero de Sevilla, de
Gioachino Rossini, o Simón Bocanegra, de Giuseppe Verdi, para el Teatro
Real de Madrid, donde compartió con Plácido
Domingo, quien después de oírlo le dijo que estaba en mora de grabar un
compilado de música popular latinoamericana, tal y como él lo hizo en 1998 con el
repertorio de Agustín Lara.
Con su paisano, el galardonado poeta y compositor de Dolores, Tolima, Fabio Josías Polanco. Foto: La Pluma & La Herida |
Sidney
Jiménez atendió con beneplácito la sugerencia, y así como él ha
sido fiel a Giacomo Puccini, su
compositor favorito en el bel canto, y
al maestro Jaime Manzur, con quien trabajó
por espacio de diez años en su compañía de zarzuela como barítono titular de
sus obras, Luisa Fernanda, Los Gavilanes,
La Viuda Alegre, La Leyenda del Beso, entre otras, también lo es por
antonomasia a Don José Alfredo Jiménez,
alma y nervio en la hondura y el sentimiento azteca, desde los febriles tiempos
de las aulas colegiales y de las vívidas postales que a su paso le dejaron los
galanes bigotones del cine mexicano.
'Si Dios quisiera', videoclip del álbum 'A México': http://bit.ly/2glHsYy
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