jueves, 21 de julio de 2016

En la Feria de Colonias están los gatos más grandes del mundo

El legendario y no menos curioso gato esfinge, una de las razas exóticas de la Exposición de Gatos programada en el marco de la XIV Feria de Colonias. Foto: La Pluma & La Herida
Ricardo Rondón Ch.

En el Gran Salón de Corferias ‘Óscar Pérez Gutiérrez’ se oye el mugir del ganado, parafrasearía el Cazador novato en una de sus sentidas tonadas llano adentro…, pero el hombre de sombrero pelo e’guama, camisa y pantalón de jean, y botas escamosas de piel de cocodrilo, como sacadas de la utilería de la película Anaconda, es jalado por su pequeña de bucles rubios y primorosos ojos azules:

-Aquí no, pa. Llévame a donde están los gatos.

Los gatos, los misteriosos mininos siderales que los egipcios de la antigüedad erigían como soberanos de su reino, y que rapsodas y poetas han cantado y elogiado en el trasegar de los siglos.

De ahí que prime con ansiedad para la niña de rostro angelical la exposición de los campeones felinos del pabellón 7, programada por la XIV Feria de Colonias -incluidos los más grandes del mundo-, que la de los caballos y bovinos de raza que despiertan el interés de su padre, con indiscutibles fachas de ganadero, o en su defecto de aficionado. Y en estos avatares, los niños mandan.

Un flamante ejemplar de la raza Maine Coon, considerado como el linaje de los gatos más grandes del mundo, de abundante pelaje e imponente carácter. Foto: La Pluma & La Herida
La interminable fila para admirar a los morrongos de diferentes razas del orbe y sus respectivos criaderos en Colombia, pone de presente que hoy por hoy la trajinada especie humana encuentra más alivio y compañía en las afelpadas mascotas que en el desapego y en la mayoría de veces, la irracionalidad de sus congéneres.

Está visto que los negocios más rentables son los criaderos, vitrinas, accesorios y nutrientes para animalitos domésticos, las guarderías y clínicas veterinarias, y los pet-shop donde el arreglo de uñas, champú, perfumado y blower de la gatúbela consentida de la casa, podría desbarajustar en paro la economía de un hogar de clase media, donde todo se paga por incómodas cuotas mensuales.

De modo que la exhibición felina que por estos días es el gran atractivo de la Feria de Colonias, está concentrada en la familia Miranda, con premios de consolación para que los párvulos se tomen una selfie con los ejemplares de exótico pelambre, los acaricien, los huelan, los peinen, y se lleven un inolvidable recuerdo, ya que los precios que los rotulan son para bolsillos privilegiados. Oscilan entre los $500.000 y $3.000.000.

Los visitantes al pabellón 7 tienen que ver con la presencia escénica de Snoof, un hermoso persa en rojo makared y blanco. Foto: La Pluma & La Herida
En uno de los versos del poemario Gatos (Editorial Pre-textos 2005), el bardo antioqueño Darío Jaramillo Agudelo cita una verdad de a puño:

(…) Dios hizo los gatos para que hombres y mujeres aprendan a estar solos.

Esta máxima lírica aplica certera en el cotidiano de los niños, cada vez más desatendidos por sus progenitores de múltiples ocupaciones, bien en pos de la supervivencia, o de recaudar dinero y poder a ultranza. Y desde luego en los adultos de cualesquier género, desahuciados de los dramas, los engaños y las vicisitudes de la convivencia humana.

Pero no se trata de incursionar en pedregosos senderos metafísicos ni en postulados y profundas abulias que ya no resuelve ni el Psicoanálisis. Los gatos, como los interpreta en su libro Jaramillo Agudelo, pareciera, no son de este mundo, pasan de puntillas, observan en la oscuridad, espían para Dios o el diablo, y hacen parte de los cuatro estados de la materia después del líquido, el sólido y el gaseoso: cuando el espíritu juega a ser materia, entonces se convierte en gato.

Una postal que enmarca el apego, hoy por hoy, de los seres humanos con las mascotas de su predilección: los tiernos y graciosos gatos. Foto: La Pluma & La Herida 
Esto justamente debe estar pensando la niña de ojos azul Mediterráneo, lela ante un imponente gato esfinge (Sphinx, crédito de su raza en inglés), también conocido como piel de durazno, que el criador de turno ilustra como la raza inglesa más antigua de la que se tenga memoria, quizás con linaje de los gatos de la antigua Roma que, como sus amos, los emperadores, también hacían fiestas en los ruidosos bacanales del imperio dionisíaco.

La niña pregunta que por qué no tiene pelo y es tan arrugado. El dependiente informa que sí lo cubre un pelaje fino, parecido a la pelusa del durazno -la pequeña sonríe-, y que las arrugas son una particularidad que los distingue de sus otros familiares, en versión canina, los Shar Pei.

La chiquilla insiste que si este gato esfinge que la mira perplejo, es bravo. El enterado responde que tienen su temperamento, pero que en el fondo son dulces y sociables. Como todos los gatos.

'Fausto', un birmano que desconoce su nuevo entorno, está en cautiverio porque al menor descuido, veloz e intrépido se escapa. Foto: La Pluma & La Herida   
Abstraída en la curiosidad por el singular minino, la nena arremete con una pregunta que me recuerda las fabulosas precocidades de los niños que aparecen en el recomendado libro Casa de las estrellas, del pedagogo paisa Javier Naranjo:

-¿Y se muere rápido?

La fanfarria de risas de los visitantes, no se hace esperar.

-No, aclara el criador-. Su promedio de vida está entre 20 y 25 años.

Gatos, presencias y volúmenes de gatos. Aletargados en perpetua siesta, desatendidos o alertas, astutos, silentes y misteriosos, como en las estrofas del poeta antioqueño. Gatos que un George Lucas sediento de más ficción intergaláctica no dudaría en ubicarlos para una nueva saga, como estos de la raza Maine Coon, catalogados como los más grandes del planeta.

No es un gato criollo. Por el contrario, es un fino Scottish Fold, originario de Escocia, de orejas gachas, musculoso, pies redondos y cola gruesa. Foto: La Pluma & La Herida
Narra la leyenda -para los biólogos de ley, una aseveración descabellada- que estos gigantescos felinos que crecen hasta los cuatros años, de ojos expresivos y de abundante pelaje en diferentes tonalidades, son el resultado entre el cruce del mapache y el gato montés.

En realidad, según su criadora, no hay a la fecha una afirmación científica y autorizada que justifique su procedencia. Una alterna, recalca, es la que se le adjudica a María Antonieta de Austria, que en la debacle de su reinado en Francia pretendió huir a Estados Unidos con sus seis gatos, uno de ellos, tan grande, que despertó las sospechas de los gendarmes de navío. El colofón de esta aventura es que los gatos sí llegaron a su destino: Wiscasset, Maine (de ahí el nombre de la raza). Pero su alteza, jamás.

Fausto, un birmano de ojos azul zafiro y abundante pelaje gris oscuro, algo trama por su mirada inquisitiva de alquimista medieval. No está para nada satisfecho, que mientras otros de su especie inspiren los mimos y las fotografías de los foráneos, él esté cautivo entre rejas como un condenado por un crimen que nunca cometió.

La serena siesta de un bengalí, ante la mirada acuciosa de los visitantes. Nace del híbrido entre el gato doméstico y el gato leopardo. Foto: La Pluma & La Herida 
La razón sólo es válida para su propietario. Fausto, que no tendrá los poderes mefistofélicos de la novela de Goethe, desconoce el entorno donde se le he traído y por su linaje se cabrea fácilmente. Las veces que lo han sacado de entre rejas para que interactúe con extraños, se ha escapado. Y ¡ah! empresa difícil que ha demandado recuperarlo, porque es intrépido y veloz. Y porque además está cotizado en $2.800.000.

De eso da testimonio Nora Paredes, mercadotecnista y asistente veterinaria venezolana que atesora junto a su mejilla a Elfo, un cachorrín de persa chorreado en verdugo, con esta postal que enmarca el legítimo apego de nuestros días, tabla de salvación de tiempos difíciles, mientras a escasos metros de la tierna escena, Snoof, un imponente angora turco de pelaje rojo makared y blanco, chato y de ojazos hipnóticos capaces de paralizar una boa constrictor, sigiloso engulle las lunas del mentor de gatos.

El legítimo persa, soberano en su raza y en su milenario prestigio. Foto: La Pluma & La Herida
Al final, la niña de mirada de ensueño sigue atornillada a su ilusión de abrigar en sus brazos a Kefrén, el arrugado felino de piel de durazno, pero por lo visto su padre no es el próspero ganadero que imaginamos al principio. El gato esfinge ostenta un precio de $2.750.000, y la economía de guerra, ad portas del posconflicto, no alcanza para sofisticados lujos de prolongadas siestas, caricias y besos. 

Poemario Gatos (Darío Jaramillo Agudelo): http://bit.ly/1utX5g6 

Todas las razas de gatos: http://bit.ly/21WymCJ
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