Óscar Agudelo, el rey de las rockolas, en el café Mercantil. Foto: La Pluma & La Herida |
Quizás la letra más lacerante, pero por cierto la más
emblemática de la llamada música del recuerdo, es ‘La cama vacía’, en la voz
inconfundible de Óscar Agudelo.
Es difícil oírla en las estaciones radiales de estos
tiempos, cuando la programación se ha volcado a lo foráneo, al crosover, a la
música de consolas y sintetizadores, y a esa nueva banda sonora de la
esquizofrenia y la obscenidad colectivas: el reguetón.
Ahora que degusto un tinto en la barra del septuagenario café
Mercantil, en el centro de Bogotá, me sorprende su propietario, Mario Echeverri,
con esta cantata entre parlantes, este tango de la tragedia y la ingratitud
humanas, original del argentino Carlos Espaventa, y viene a mi memoria su
intérprete en Colombia, el cantor que en su “voz aguardientosa y de amargura
llena” la convirtió en una suerte de responso de rockolas y de ánimas en pena,
en esos almacenes de la añoranza que son los cafés a la antigua -pocos quedan-,
donde copisoleros de la urbe se apean para remojar en anís vacíos, infortunios
y tristezas.
¿Qué será de la vida de Óscar Agudelo?, le preguntó a Mario
mientras este despacha una botella de vino espumoso ‘Gran Brindis’ a una esbelta mesera que ella
cambia por fichas.
-Si no sabe usted mijito, que lo ha entrevistado varias
veces-, replica Echeverri con su marcado acento paisa. Mario, fiel a la melodía
de arrabal, es el notario puntual del cancionero del legendario intérprete de
‘La cama vacía’, y de todas sus páginas: ‘Hojas de calendario’, ‘El redentor’,
‘China hereje’, ‘Desde que te marchaste’, entre más de 300 canciones grabadas
en cuarenta y tres producciones en acetato, casete y discompacto.
Con Mario Echeverri, propietario del café 'Mercantil'. Óscar a punto de brotar una lágrima, entre reminiscencias y tangos de antología como 'La cama vacía'. Foto: la Pluma & La Herida |
Cuando uno está en
condición/ tiene amigos a granel/ pero si el destino cruel/ hacia un abismo nos
tira/, vemos que todo es mentira/ y que no hay amigo fiel.
La premisa de Echeverri y la máxima demoledora de Espaventa
me hicieron helar la sangre. Busco en la base de datos su contacto telefónico,
con la esperanza de que Óscar no haya cambiado de celular o no haya partido
para remotas tierras. Al cabo del cuarto timbrazo, contesta. ¡Eureka!, el
mismo. Hacía años que no hablaba con él. El saludo, efusivo, como de costumbre.
Concertamos la cita en su casa para el día siguiente. En punto de las 11 de la
mañana. Allí estaré. Te debo una, Mario.
En la estancia del cantor
Un retrato en la flor de su vida, con aires de galán mexicano. Foto: La Pluma & La Herida |
-Esa fue tomada en Medellín, en 1964-, señala el galán
arrabalero.
-¿Cuántos años tenía usted, maestro?
“No te lo voy a decir. Pero ahí tenía los ojos verdes,
fíjate; y ahora los tengo pardos”.
-Y un bigote de charro-, agrego.
“Sí, era la moda, primaba la elegancia. Los vestidos los
mandábamos a hacer en sastrerías de renombre y con paños ingleses. Mi padre fue
un cotizado sastre en Herveo (Tolima), donde nació este servidor. Yo también
fui sastre, ponte cómodo, después te cuento”.
-Se dice que tuvo mucha suerte con las mujeres…
“¡Hombre!, la pinta no engaña. Me jacté de ser el mejor
caballero con ellas. Nunca hablé mal de las damas aunque me hayan pagado mal. A
las mujeres no hay que comprenderlas sino quererlas. Para eso existen: para
adornar el mundo y proporcionarnos ese amor grande que nos han dado, como madres,
como esposas, como amantes”.
La esposa del legendario intérprete de tangos, sale de la
cocina para darnos una bienvenida cordial. Toma de la mano al cantante y la
aprieta amorosa, y nos da tres opciones para degustar en esta espléndida y
calurosa mañana de comienzos de agosto.
-¿Quieren tomarse un whisky, un cafecito, o una agua
aromática?
Coincidimos en el café, pero prima la petición para que nos
ponga los discos de ‘Don Oscar’, el eterno mentor de cuitas y dramas de
arrabal, algunos tan crudos y crueles como ‘La cama vacía’, que despechados de
cuatro generaciones han pasado con lágrimas gruesas y copas pletóricas de anís
y ajenjo.
Así la despacha el estereofónico de Agudelo, y dan ganas de
cambiar café por whisky, cuando letra y notas retumban en las paredes de su
apartamento.
Desde un tétrico hospital/ donde se hallaba internado/,
casi agónico y rodeado/ de un silencio sepulcral/. Con su ternura habitual/, la
que siempre demostró/, quizás con esfuerzo o no/, desde su lecho sombrío/, un
enfermo amigo mío/, esta carta me escribió.
-¿Cuántos años puede tener ‘La Cama Vacía’?
Óscar Agudelo, el cantor que ha llevado el mensaje de 'La cama vacía' a lo largo ya de cuatro generaciones. Foto: La Pluma & La Herida |
"Está cumpliendo 55 años, cuando me la dio ese querido y
recordado amigo, el compositor argentino Carlos Espaventa, en Medellín, en
1959. Allí la grabe con el sello Codiscos. David Ocampo, el jefe de producción
de la disquera, me la tenía preparada: ‘Óscar -me dijo-, tengo una cosita aquí
para que usted escuche. Me la trajeron de la Argentina. Esto es de Carlos
Espaventa y él mismo la cantó y no hay más copias. Esto es para usted, para su
voz, cántela a su estilo'. Yo estaba grabando con Ibarra y Medina, nada menos.
Ellos la oyeron, afinaron guitarras y la montamos. Desde que salió fue un tiro”.
-¿Ese fue el estrene
de su carrera musical?
“No. Como profesional del disco yo estoy celebrando sesenta
años ininterrumpidos de carrera. Pero ‘La cama vacía’ no fue la primera canción
que yo grabé. Antes había grabado ‘China hereje’, que también tiene 55 años,
con ‘Desde que te marchaste‘. Las tres son hermanas del mismo año”.
‘La Cama Vacía’, ‘China Hereje’, ‘Hojas de calendario’,
‘Farolito’, ‘Desde que te marchaste’, ‘El Redentor’, ‘Esos tus ojos negros’,
‘Me besó y se fue’, ‘Mujer ingrata’, ‘Que nadie sepa mi sufrir’, ‘Quisiera amarte
menos’, ‘Por el alma de mi madre’, ‘No me digan cobarde’, y una versión en su
estilo de ‘Niebla de riachuelo’, ese tango enorme de Enrique Cadícamo, de 1937,
pasan como fotogramas en blanco y negro, en la memoria de un
cantor que no cesa en su cometido de remar en la barca de la tanguedia por los
ríos procelosos de la pasión, el coraje y la derrota.
-Porque ese es el tango, ¿verdad, maestro?
"Tú los has dicho. El tango nos brinda el mensaje más
honesto de la vida. Porque el tango es la vida en su crudeza, en su poesía. Es
como una liturgia, una misa íntima. Con el tango no hay apariencia ni
maquillaje. El tango te canta la verdad, así te duela”.
¿Cuántas versiones existen de ‘La cama vacía’?
“Todas las que quieras.
La han grabado hasta en salsa. En presentaciones me la hacen cantar dos, tres y
hasta cuatro veces. La letra es un gran retrato de la vida, del sufrimiento del
hombre, pero más de la ingratitud humana en todos los niveles y estratos. Es
que sólo en estados emergentes del hombre: en la cárcel, en la ruina y en el
cuarto de un hospital, se conoce al verdadero amigo”.
Lo dice un Óscar Agudelo asombrosamente conservado: delgado,
derechito, con el cabello aunque ralo, pero en su puesto; que en este
itinerario arrabalero y sin una copa de por medio, ahora nos conduce a su
egoteca, un cuarto contiguo a la alcoba matrimonial, cubiertas las paredes de
placas honoríficas, distinciones y reconocimientos a su profusa y esmerada
carrera, y decenas de fotografías que narran sus giras por el mundo en sesenta
años de bitácora profesional.
Con su querida esposa, Eddy Torres, un matrimonio de 20 años y una hermosa jovencita, Lizeth Melissa, fruto de esa relación. Foto: La Pluma & La Herida |
Allí también hay un piano que toca su hija. Y la guitarra,
que ejecuta él. Un repentino trinar de cuerdas nos envuelve con un introito de
pampas remotas, y su voz, como reza la estrofa de una de sus melodías,
“aguardientosa y de amargura llena”, nos participa de una sentida samba de
Atahualpa Yupanki, ‘Dímelo tú’, que obliga al aplauso.
Mientras tomamos fotos, el juglar ataca el encordado de su
‘vieja amiga’, esa madera santa que ha salvado al hombre de tantas hecatombes,
desgracias y arrepentimientos, y sin parar en su interpretación nos hace un
guiño para que lo acompañemos a su alcoba.
Allí está la cama. La cama grande que se traga la habitación.
La cama de Óscar Agudelo que nunca ha estado vacía. La que comparte desde hace veinte
años con doña Eddy Torres, la madre de su princesa Lizeth Melissa, 18 años, punto de
encuentro para el amor y la tertulia, y apacible refugio en horas de merecido
descanso.
-Cómo se conocieron ustedes-, le pregunto a doña Eddy.
“Nos presentó un amigo en común. Recuerdo que me cantó ‘Todo
es amor’. A mí la verdad no me gustaba esa música, porque yo soy de la época de
Rocío Dúrcal, de Raphael, de Juan Gabriel. Pero de música del recuerdo, nada.
Con Óscar aprendí a escucharla, a interpretar su mensaje, y así me fue
gustando, a la par que fui descubriendo en él a un ser humano noble, tierno, de
buenos sentimientos, y así me fue conquistando. En esas llevamos veinte años.
Ahora me canta ‘La última’, un bello tango que él tiene proyectado grabar en
un próximo disco".
-¿Usted nunca se ha visto en esos dolorosos aprietos de
camas hospitalarias, maestro?
“Gracias a Dios, no. Contrario a lo que pueda pensar la
gente por las letras de mi música, he sido un hombre sano. Es que ni siquiera
he fumado. O sí, me fumé el humo que arrojaban los otros cuando tuve bares, el
más frecuentado de la bohemia de antaño, el ‘Oscar Show’, que funcionó en la
calle 16 entre 13 y Caracas, que vivía repleto de artistas”.
-¿Como cuáles?
“Julio Jaramillo, qué compadrazo, con quien trabajé 25 años;
Olimpo Cárdenas, con quien alterné durante 45 y grabé dos elepés; Lucho Bowen,
quien nunca fallaba, Pacheco, también infaltable, Héctor ‘El Chinche’ Ulloa, y
Billy Pontoni, que en ese entonces completaba 17 años y ya trinaba, entre tantos. Esa era la
cita obligada de artistas de este género que venían de Ecuador, Perú y
Argentina. Alguna vez un periódico reseñó mi peña como el ‘Almacén de los
Recuerdos’, y es que eso era: la gente tomaba sabroso y lloraba mejor”.
¿Cuánto hace que dejó de beber?
Al calor de tintos e infusiones aromáticas, en 'El Mercantil', el único café bogotano que pone la melodía de Óscar Agudelo todos los días. Foto: La Pluma & La Herida |
“Hace ya 28 años que no me tomo un trago, a partir de la
sentencia de un médico que me dijo: ‘Yo lo trato si abandona la botella’. Con
esa condición. Es que me la puso de este color: ‘Si acepta este pacto, vamos
pa’delante. De lo contrario no le pongo más de ochos meses de vida, máximo un
año’. Ahí sí me entró un susto tremendo. Es que yo tomaba aguardiente al por
mayor. Incluso llegué a pagarlo a precio de whisky. Y no me costó
trabajo dejarlo. Tengo en mi casa buen whisky para cuando vienen amigos como
tú, pero la mejor embriaguez, la más sana y duradera, me la depara mi mujer, mi
preciosa hija, y la paz y tranquilidad que se respira en este apartamento”.
-Ha asistido a los funerales de varios de sus compañeros de
ruta musical, el más reciente, ‘El Caballero Gaucho’, el año pasado. Dos meses antes
del fallecimiento estuvieron ustedes alternando en un concierto en Bogotá,
¿verdad?
“Claro que sí. Eso fue en enero de 2013, en 'Martín Fierro', por un empresario
que cualquier día me llamó y me dijo: ‘No me puedo morir sin darme este gusto.
Maestro, vengo a proponerle un concierto con el 'Caballero Gaucho’. Le dije que por mí no había problema. Pero
que por el lado del 'Caballero Gaucho’ era muy difícil, por su edad, 96 años,
que viniera a Bogotá. Mi esposa lo llamó, me lo paso y yo le eché el cuento:
‘Hay un señor que quiere brindar un espectáculo contigo y conmigo, aquí en
Bogotá, pero es urgente. Paga lo que sea, tiene plata, y puedes venirte con tu
mujer’. Y así fue, el empresario le dio $3.000.000 más de la tarifa oficial. Y se
los fue consignando. Esa noche había más gente afuera que la que pagó por estar
adentro. Fue un mano a mano de verdad.
De toma y dame. Echamos al cara y sello el comienzo. Me tocó abrir a mí. Le
mandé ‘La cama vacía’, él contrapunteó con ‘Viejo farol’; repunté con ‘Desde
que te marchaste’, y él me repicó ‘Viejo juguete’, y así por el estilo. Más de
dos horas dándonos madera. La gente estaba enloquecida. Hermoso, memorable, de
lágrimas ese show. Él cantó en silla de ruedas. La voz, intacta a los 96 años.
En marzo asistí con mi esposa a su funeral, en La Virginia, Risaralda”.
-¿Cómo recuerda a Helenita Vargas?
Contrario a su canción emblemática, la cama de Óscar Agudelo nunca ha estado vacía. Hoy la comparte con su amada esposa, Eddy Torres. Foto: La Pluma & La Herida |
“¡Ay!, Helenita, la siempre querida y recordada Helenita. Con ella fue una relación divina. Estuvimos en
la reinauguración del Hotel Ritz en New Jersey, en noviembre de2010. De allí un
empresario nos llevó para Atlanta. En Atlanta nos invitó una señora muy querida
para un pueblito que se llama Greenwich. Allí estuvimos como de vacaciones. Fue
la última vez que vi a Helenita. Llegamos a Colombia y a los dos meses, en
febrero de 2011, se me murió. Un mes antes la había llamado para preguntarle
cómo iba de salud y la respuesta me dejó sin aliento: ‘Muy mal, yo creo que me
voy, Óscar’. Y yo que tenía planeado un concierto de tangos con ella, porque qué
dama para gustarle el tango: cantarlo y oírlo. Y sabía de tangos. Ya le habían
hecho el trasplante de hígado. Tenía la voz débil, estaba muy agotada la pobre.
Una gran mujer y una incomparable artista. Me vi toda la serie por televisión.
Qué maravilla”.
-¿Qué decir de la tierra que lo vio nacer?
“Herveo, un municipio ubicado en una esquina del
departamento del Tolima. No figura en el mapa, pero es un pueblito muy bonito y
alegre. Yo salí de ahí a los ocho años y nunca más volví. De ese entonces me
acuerdo de una canción que me enseñaron mis tías: ‘Se va el vapor’, que se escuchaba
en esos viejos radios alemanes marca Telefunken, que eran tan buenos que era lo
único que sobrevivía a un incendio. Ahí sonaban Los Cuyos, que fueron grandes
inspiradores de mi carrera. Mucho tiempo después alterné con ellos. Lo mismo
que con Los Visconti. Con Víctor y Abel fuimos muy buenos amigos”.
-¿Cómo fue que resultó siendo sastre?
“¡Ah!, mijo, eso es genético. Mi padre fue sastre, pero
quien me enseñó en la práctica la sastrería fue el padre Rubiano. Recuerdo que el curita le dijo a mi mamá: ‘Ese
muchachito no va a servir para nada, es muy gamín’. Y me puso a aprender
sastrería. A los 13 años yo era un pantalonero marca mayor. Eso fue en Padua
(Tolima), la tierra del poeta Wiliiam Ospina, que el papá de él, Luis, era
músico y cantó conmigo, cómo es la vida. El Padre Rubiano, mi maestro de
sastrería, con Gilberto Padilla, que todavía vive, me consiguió trabajo en El
Fresno, en una fábrica de confecciones donde laboraban veintiséis obreros
vagabundos, sinvergüenzas. Al poco tiempo de estar en
esa empresa me dio por cantar ‘Hojas de calendario’ y cuando me escucharon,
pararon las máquinas. Don Miguel, el dueño de la fábrica, se bajó de su oficina
para verme y me dijo: ‘Usted canta muy bonito. Pero le pido un favor. No cante
más hasta que yo vaya a la casa y vuelva con mi familia’. Yo tenía apenas 14
años. A partir de ahí seguí cantando y cosiendo, hasta cuando me hice popular
en Radio Girardot, en un programa que se llamaba ‘Nuevas estrellas de la
canción’, de don Celestino Cifuentes Gómez, me acuerdo, donde me gané cinco
veces el primer puesto con ‘Hojas de calendario’, que ha sido mi caballito de
batalla, y tuve que dejar por fuerza mayor la aguja en el dedal para siempre,
con mucha nostalgia, porque la sastrería es muy bonita y es un oficio que se
parece a la vida”.
¿Cómo es que se conserva tan bien, con la voz intacta, vigoroso
y despercudido?
En la sala de su apartamento, en Áticos del Norte, con un cuadro de Germán Tessarolo como telón de fondo. Foto: La Pluma & La Herida |
“No desayuno sin antes haber hecho ejercicio. Bailo solito,
que es el calentamiento mío. Bailo unas tres, cuatro piezas, unos diez minutos,
y luego me subo al escalador y le doy una hora seguida. Me alimento bien, no me
excedo con ciertos manjares que me gustan y como sano. Pero lo más importante,
lo que no tiene precio en esta vida, es la tranquilidad de conciencia. Ese es
el elixir, la paz interior, estar rodeado de los seres que uno más ama. No
tengo dinero ni he sido ambicioso con la plata. Pero gracias a Dios nunca ha
faltado nada en la casa. Y una mujer joven, que tiene la paciencia y la
entereza de lidiarme. Claro que le va a costar trabajito porque ya uno con los
años se vuelve caprichoso”.
¿Duerme bien?
“Como un bebé, arrunchadito o en posición fetal”.
-¿Y no le da temor pasar derecho...?
“No, porque no me arrepiento de nada, logré lo que me
propuse, no le debo a nadie; la muerte, más que miedo, me inspira respeto, y la
espero con resignación. Además, los artistas no se retiran. Los retiran, que es
otra cosa. Esa palabra, la del retiro, no está en mi vocabulario. Yo me voy a
morir cantando”.
-¿Quién tiende la
cama matrimonial?
“Mi mujer, porque yo la desordeno”.
¿Por cuántas camas ha pasado Óscar Agudelo?
“De sonámbulo, por muchas. Y de trasteo, no pasan de una
docena”.
¿Repetiría esta vida?
“Pero tal cual, sin agregarle ni quitarle nada”.
¿A qué le teme?
“Antes la temía a una escasez de aguardiente y de mujeres,
pero no, le di duro. Cuando me di cuenta, las mujeres y el aguardiente estaban
acabando conmigo. Pero sí le temo a una de esas enfermedades innombrables,
crueles y prolongadas. Por eso soy cuidadoso con mi salud”.
¿Es creyente?
“Dios por encima de todo, en fe y agradecimiento. No me
falta en el cuello el escapulario cope calvario”.
¿Más de radio que de televisión?
“Claro que sí, me despierto y me acuesto escuchando Caracol, porque yo
también hice radio, trabajé en radionovelas por iniciativa de Jaime
Trespalacios y Efraín Arce Aragón, mi amigo del alma. Lo mismo que el recordado
Gaspar Ospina”.
55 años de ‘La cama vacía’, 60 de carrera musical. ¿Y
cuántos de Óscar Agudelo?
“Ese es un secreto sumarial. Yo dejé de cumplir años cuando
completé 74. Ese fue el último bizcocho que me partieron. Ahí paré. Pero si
quieres saber mi signo, soy Virgo, a mucho honor”.
¿Está escribiendo sus memorias?
“No, pero las quiere escribir el poeta William Ospina, mi
amigo. Qué gran poeta”.
¿Y le va a contar todo?
“Esta vida y la otra”.
Finiquitada la entrevista, le pido a Óscar repasar las
huellas de la nostalgia en el único café que pone su melodía, ‘sagradamente’, todos
los días: ‘El Mercantil’. El cantor acepta la propuesta y dice que le cae bien,
que hace rato no va por el centro, que está bien darse una vuelta.
El ídolo de la melodía del recuerdo con Mario Echeverri y su esposa, doña Chavelita. Foto: la Pluma & La Herida |
Ya en el establecimiento, Mario Echeverri y su esposa, doña
Chavelita, lo reciben con un tema de vieja guardia, grabado por Agudelo hace 45
años en formato 45 (RPM), con ‘Los Caballeros del tango’, los mismos que en su
momento acompañaron al recordado Raúl Garcés.
Óscar no se acordaba de esa canción y cuando Mario le refrescó
la memoria se unieron en un fuerte abrazo, porque se reconocieron amigos de
vieja data: ambos regentando por su lado los almacenes de la bohemia, la fuente
inagotable de la música del recuerdo, entre copas pletóricas de ajenjo, amigotes de farra y
mejillas ardorosas de bellas mujeres.
Admirado por la envidiable discoteca de Echeverri, Óscar
pasó lista de sus valses y sus tangos. Todos, por numeración, fueron sonando.
Los viejos contertulios del café se incorporaron para saludar y felicitar al
distinguido artista. Myriam y su séquito de muchachas que atienden las mesas se
dirigieron a saludarlo, a pedirle una fotografía con ellas, un autógrafo, una
gracia.
Óscar Agudelo, el rapsoda de las almas turbulentas y
desperdigadas, hizo gala de caballerosidad y sencillez. Tomó asiento, pidió
tinto, y con Mario y otros parroquianos se dio a la labor de paladear cuitas,
desempolvar reminiscencias y evocar anécdotas.Luego miró su reloj y reparó que eran
pasadas las cinco de la tarde. Ordenó entonces a Guillermo Guerrero, su
conductor de confianza, que lo devolviera a casa.
La cortina sonora de su despedida no pudo ser más certera: ‘Niebla
del riachuelo’ en su voz, con los arpegios epistolares de Ibarra y Medina.
Óscar Agudelo con Ibarra y Medina en 'La cama vacía':
https://www.youtube.com/watch?v=AUmD5VdVGc4
ÓscarAgudelo con Ibarra y Medina en 'Niebla del riachuelo':
https://www.youtube.com/watch?v=lR1Qnd-JXSE
Visite el café 'Mercantil', depositario de la mejor música del recuerdo: Calle 22 #9-23 (Bogotá). 2° piso.
Óscar Agudelo con Ibarra y Medina en 'La cama vacía':
https://www.youtube.com/watch?v=AUmD5VdVGc4
ÓscarAgudelo con Ibarra y Medina en 'Niebla del riachuelo':
https://www.youtube.com/watch?v=lR1Qnd-JXSE
Visite el café 'Mercantil', depositario de la mejor música del recuerdo: Calle 22 #9-23 (Bogotá). 2° piso.
Que remomerante y divertida entrevista. ¡Felicitaciones!
ResponderEliminarGracias, Fabio. Muy querido de tu parte. Tú lo has dicho: recordar y vivir, y más con personajes como el gran Óscar Agudelo, rey de las rockolas de la melodía del recuerdo.
EliminarComo siempre querido Ricardo, Excelente!
ResponderEliminarGratos recuerdos de El mercantil, el cual visitábamos con mi padre de vez en cuando.
Imagínese, profe. Cuántas anécdotas acuñó el maestro 'Pacho' Zapata en ese tertuliadero de antología, que aún pervive entre rezongos de tangos y milongas, y la mejor música del recuerdo. Un abrazo y mucha prosperidad. Gracias.
EliminarMuy buena entrevista Ricardo, !Qué gran personaje! un abrazo,
ResponderEliminar¡Ay!, Juanita querida. Qué alegría tener noticias tuyas. ¿Cómo ha sido tu temporada en Cuba? ¿Estás en La Habana? Mario Echeverri te envía muchos saludos y te recuerda a cada rato. Quedó muy feliz con la nota. Un abrazo y muchas gracias.
EliminarComo siempre Ricardo,divertido y humano a la hora de las entrevistas,saludos!
ResponderEliminarGracias, James, por estar en sintonía con La Pluma & La Herida. Abrazo
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