Juan 'Chuchita' Fernández, alma y nervio de 'Los Gaiteros de San Jacinto'. Foto: The Huffington Post |
Ricardo Rondón Ch.
83 años acaba de cumplir Juan ‘Chuchita’ Fernández Polo y la
memoria no le falla un trazo. Sigue sonando como los vinilos 45 (RPM), impresos
notariales de sus primeras músicas. No hay sino que aplicarle la aguja en la lengua, y con
el inevitable scratch de los años, no para de reír, contar y cantar.
Como las curtidas maderas de los Montes de María, la ceiba
blanca o el caracolí, por ejemplo, con que Los Gaiteros de San Jacinto han
fabricado por décadas sus tamboras popochas y llamadores, el legendario
guacharaquero no da muestras de dolencias ni achaques propios de esa edad,
conserva entera la lucidez y el humor repentista que lo ha caracterizado
siempre, y asegura que la música es el remedio infalible a los males y derrotes, en capítulos vulnerables de la existencia.
Que lo diga él, que varias veces, como en corralejas, le ha sacado
el cuerpo a la cornuda parca, en situaciones emergentes de su salud, con el
convencimiento, como él afirma, de que "la vida se puede postergar si uno
quiere, porque el espíritu es más fuerte que la materia, y si nos llega la
hora, pues que nos coja en actividad, o dormidos, para que no duela tanto”.
Juan ‘Chuchita’ Fernández, uno de los veteranos en activo de
Los Gaiteros de San Jacinto, de esa generación de sus fundadores: ‘Toño’ Fernández, José Fernández, Pedro Nolasco
Mejía y Manuel de Jesús ‘Mañe’ Serpa, reapareció en tarima con su agrupación,
esta vez en Bogotá, en el Museo Nacional, para promocionar el Festival Nacional
Autóctono de Gaitas de San Jacinto (Bolívar), que tendrá lugar en esa
pintoresca población entre el 14 y el 17 de agosto, y en la que participarán 25
grupo de gaitas y una cifra similar de parejas de bailadores.
La visita a la capital también fue provechosa para dar a
conocer su más reciente producción musical ‘Dub de gaita’ (Fuego de cumbia), un
trabajo profundo en este género, que explora las raíces de la cumbia y de la
gaita a partir de la sonoridad y las técnicas del Dub (subgénero del reggae),
gracias a la alianza en asuntos de producción entre uno de los eruditos y
ejecutores de este género, el inglés Adrian Sherwood y Diego Gómez, Label
manager de Llorona Récords.
A sus 83 años el legendario guacharaquero de 'Los Gaiteros de San Jacinto' hace gala de salud y lucidez admirables. Foto: Archivo particular |
Juan ‘Chuchita’ Fernández, ‘Toño’ García, Gabriel
Torregrosa, Wilson Fontalvo, Beto Cartagena, Carmelo Torres, John Fuentes, Damián
Bossio, Fredy Arrieta, además de invitados especiales como Mario Galeano (Ondatrópica
y Frente cumbiero), y leyendas del Dub/Reggae inglés como Skip MacDonald,
George Oben y The Ital Horns, son los protagonistas de esta joya de colección
que seguramente repetirá la dosis del Grammy Latino, alcanzada por Los Gaiteros
en 2007 por ‘Un fuego de sangre pura’, en la categoría de Mejor Álbum Folclore.
El legendario vocalista y guacharaquero, en la cumbre
homérica de sus 83 años, más allá del bien y del mal y con una voluminosa
biografía a cuestas que en su momento relatarán los escribas de la posteridad,
no permite que le arrimen taburetes ni le pongan el brazo para desplazarse.
Como la ceiba blanca, el caracolí y el banco, esos árboles de monte adentro que
él descascaraba cuando muchacho para fabricar las tamboras y fortalecerlas en
acústica y sonido con cuero de chivo asegurado con cabuya, se mantiene incólume
y frentero, vivo en su tradición musical y crepitante de gaitas, “porque ese
fuego lo llevamos en la sangre”.
Me permito trae a colación una crónica que escribí de Juan ‘Chuchita’
Fernández Polo, en marzo de 2011, publicada en el diario El Espacio, cuando el
gaitero fue dado de alta en un centro clínico de Cartagena y, tras ser llevado
a su casa, se resistió a pasar la convalecencia en un colchón nuevo que, por
solidaridad, le envió un compadre.
'Chuchita' Fernández se resiste a dormir en colchón
Cuando todos en la casa de Juan Alberto Fernández Polo
estaban convencidos de que el colchón ortopédico que le regaló su compadre
Julio Arandete, le iba a aliviar las dolencias del postoperatorio de una hernia
inguinal que le practicaron en una clínica de Cartagena, el viejo sanjacintero,
en estos días de convalecencia, no ha podido con las protuberancias mullidas
del camastro nuevo, porque su cuerpo ha estado acostumbrado de por vida al
molde sinuoso de la hamaca grande.
Se siente extraño y tiene toda la razón ‘Chuchita’, porque
eso es como estrenar zapatos de material cuando por años se ha caminado en
abarcas ‘tres puntá’, o a ‘pata limpia’, como se crió él en las faldas de los
Montes de María, de la mano de su padre Juan Alberto Fernández Vargas, conocido
en la comarca como ‘Talón Rajao’, un hombre curtido en la vaquería y en las
lidias del agro, corralero consumado y piedra angular de este municipio
bolivarense, San Jacinto, que tiene por tutor el imponente cerro de Maco.
Emérita Fernández, la menor de los diez hijos de ‘Chuchita’, se levanta bien de mañana por estos días a prender el fogón de
carbón para poner sobre el parrillero sartas de plátanos hartones, arepas de
maíz pelado y un buen trozo de carne salada, que serán las viandas del desayuno
“para los que están alentados”.
El noble anciano corralero, uno de los tres sobrevivientes
de Los Gaiteros de San Jacinto con Nicolás Hernández (78 años) y Antonio García
(84 años), tiene sobre el velador una artesa de fruta picada: manzana, uvas,
pera y banano, que es la dieta recomendada por el médico, al igual que las
ensaladas de legumbres y verduras; el jugo de naranja con zanahoria; y al
almuerzo, el pollo tierno y el hígado sudado, acompañado de papas al vapor y
perejil.
Antes de picar la fruta, ‘Chuchita’ Fernández, el mejor
guacharaquero que tuvo en su tiempo primigenio el ‘vallenato de acordeón’, y el
indestronable rey de las tamboras que ha honrado la historia de los Gaiteros,
trata de incorporarse sobre el colchón nuevo para hablar a solas con el Sagrado
Corazón que tiene en frente, un discurso breve y entre murmullos, como lo ha
hecho desde siempre entre esas cuatro paredes de bahareque donde fecundó su
prole, sin ningún electrodoméstico que osare perturbar el ritmo acompasado de
sus dichas conyugales.
Arnulfa Helena Mercado Guzmán, su mujer, que a la fecha
cuenta 75 años, de ellos, 57 de casada, y que tiene historia como la mejor y
más cotizada artesana de hamacas de San Jacinto, ve por los ojos de ‘Chuchita’,
y con ese humor inteligente de las matronas de la costa pondera las virtudes
fértiles de su marido: “en una época me dejaba preñada y tanto era el tiempo
que gastaba en sus correrías y compromisos artísticos, que al regreso de sus
viajes por el mundo ya me encontraba criando”.
Y así fueron naciendo y creciendo los diez vástagos, los
mismos que le han dado treinta y seis nietos y diez bisnietos, silbando y
cantando como lo ha hecho con sus más de 300 composiciones, porque a
‘Chuchita’, que no sabe leer ni escribir, “sólo firmar”, como apunta Emérita, su
hija, sus canciones, sus porros, sus vallenatos, como ‘La Pensión Ocaña’, que
se la dedicó a Enrique Díaz, o ‘María Solá’, o ‘El Ñeque en el Mocuño’, o esa
cumbia sabrosa que le compuso a su mujer, ‘La Cumbia de Arnulfa Elena’, le
salen del alma: “primero las silba como los pájaros que anidan en los Montes de
María, los sinsontes, los fifís, los toches y los jilgueros, y la letra va
saliendo después como por encanto, y alguien de nosotros, sus hijos, sus
parientes o sus amigos, está listo para copiarlas o grabarlas”.
‘Chuchita’ Fernández, el sobrino del genial ‘Toño
Fernández’, hermano de ‘Talón rajao’, acomoda sus posaderas sobre el jergón
blando para pasar algunos sorbos del jugo de naranja. Por la ventana de su
cuarto se alcanza a ver un manojo de muchachos correr a pie limpio tras una
pelota mugrosa en la cancha polvorienta del barrio Torices de San Jacinto.
Quiere levantarse, pero intercede Emérita, la cuba: “es que
es muy inquieto, y el médico me recomendó que no le permitiera movimiento,
porque se le puede abrir la herida, y usted se imagina otra vez coger
pa’Cartagena...”.
En 2007 Los Gaiteros se alzaron con el Grammy Latino por 'Un fuego de sangre pura', a Mejor Álbum Folclore. Foto: Archivo particular |
Si por él fuera, estaría limpiando con hoz y machete la
maleza de su huerta, donde se empinan matas de maíz, plátano y hortalizas, o
dándole de comer y cambiándole los bebedores a su corte de gallinas, o bajando
con la horqueta los limones amarillos y jugosos del limonar, para rematar en el
fogón donde ‘Chuchita’ tiene la hamaca grande, a escasos metros del comedor,
lugar de reunión noctámbula de la parentela, entre tamboras, flautas de millo,
gaitas y llamadores; una cocina de exposición que codiciarían los fotógrafos
que suelen concursar con estas postales entrañables en los máximos concursos de
fotografía, porque allí, en ese hogar, está el alma, el gusto y la esencia del
patriarca sanjacintero, el ganador del Grammy en 2007 por ‘Un Fuego de Sangre
Pura’, el que le ha dado varias veces la vuelta al mundo en tarimas de adobe o
en escenarios encumbrados, despachando sones de gaita, porros y puyas, con el
timbre hondo y el dejo montañero del inmortal Andrés Landero.
Juan Alberto ‘Chuchita’ Fernández Polo, que sólo ha sido
operado dos veces en los 80 años que está por cumplir: hace 30, de una
apendicitis, y hace ocho días, de una hernia inguinal, no sabe de los remilgos
ni de las quejumbres que derivan de las curvaturas y los hinchazones de la
ancianidad.
En sus ojos sabios y dulces resume la verdadera felicidad
del espíritu, que es la que perdura más allá de la muerte, un tema que al
cantor y tamborero lo tiene sin cuidado cuando dice que le gustaría morirse
meciéndose en su hamaca grande, rodeado de Arnulfa Elena, su mujer, de sus
nietos y bisnietos, de sus diez hijos: Rafael, Miguel Santiago, Nuri Esther,
María Magdalena, Javier, Ana Zenith, Marelbis, Luis Manuel, Jorge, y Emérita, la
última, la que le hace erizar la piel al cronista cuando apunta que respira por
los pulmones de su padre, pero no es tiempo de morir sino de celebrar el
milagro de la vida.
El milagro de un señor artista como ‘Chuchita’, como lo
bautizó Roberto Anillo, otro de sus compadres, aludiendo a la sagacidad y la
pericia de los zorros de monte, que insiste en levantarse para pasar del cuarto
al fogón, donde está su hamaca grande, patrimonio sagrado de su linaje, de sus
sueños, de su inspiración.
Emérita lo entretiene con otra picada de fruta, y bajo sus
posaderas, termina ganando el colchón.
Álbum Los Gaiteros de San Jacinto, 'Un fuego de sangre pura': http://bit.ly/1q56xTR
'Y llegaron los gaiteros', crónica de Alfonso Hamburger Fernández, publicado en Las 2 Orillas: http://bit.ly/1r5fgvW
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