"Los periódicos me cerraron sus puertas"
Ricardo Rondón Ch.
“La muerte es el sello de esta moneda de la vida con la que vivimos jugando siempre”, dice, o más bien recita el maestro, como suele hacerlo con esas citas, máximas, versos espontáneos que le van fluyendo de su límpida y lúcida memoria, a sus 80 años, orgullosamente recién cumplidos, con casi 60 obras escritas y su pluma aún vigente en el consagrado oficio que también comparte en la cátedra, faro permanente para las nuevas generaciones de periodistas y escritores.
En Socha, pintoresco municipio boyacense de escarpada topografía -donde Bolívar tuvo tres días de descanso antes de dar el grito de la libertad en los campos de Boyacá-, nació Fernando Soto Aparicio el 11 de octubre de 1933. A muy corta edad, el futuro escritor se residenció en Santa Rosa de Viterbo, donde aprendió sus primeras letras e inició su vida laboral.
En la pequeña biblioteca de su padre descubrió el universo de los libros, que nunca lo abandonarían. Resulta más propio señalar que, al encontrar en la palabra su razón de ser, Soto Aparicio hizo de los libros sus aliados imprescindibles de toda la vida. “Por la palabra –dice– he entendido personas, injusticias, llamadas de auxilio, catástrofes sociales y plegarias”.
En 1950 –a la edad de 17 años–, hizo su debut en el panorama literario con su “Himno a la patria”, publicado en el suplemento literario de El Siglo. Tres años después, sorprendió con su “Oración personal a Jesucristo”, publicada en 1954 en la página literaria de La República, que después don Guillermo Cano, en 1964, llevó a ocupar todo el espacio del Magazín Dominical de El Espectador, con el comentario de que se trataba de una de las mejores obras de la literatura colombiana.
Su primera novela, “Los bienaventurados”, vio la luz en 1960. Dos años después, con “La rebelión de las ratas”, alcanzó la mayor ponderación de la crítica nacional e internacional, entre las numerosas novelas que escribirá en su infatigable labor literaria. Es la obra que más lo distingue –escrita a los 29 años–, si bien varias más obtienen altos elogios que no se han debilitado a lo largo del tiempo.
"No hay ninguna novela suya donde el hombre no sea el eje de su creación. El conjunto de su literatura es de clamor social, de protesta ante los desequilibrios y las injusticias, de afirmación de los valores éticos y morales. Muestra al desnudo la miseria de los desprotegidos y la arrogancia de los poderosos, en busca de una sociedad más humana y equilibrada. Soto Aparicio ensalza el amor como la esencia indispensable para que el hombre redima sus vilezas y mire hacia las alturas".
El amor es el impulso vital que mueve toda la obra de este escritor silencioso en su vida cotidiana, a la par que elocuente en sus libros, en sus conferencias, en sus talleres literarios y en sus artículos de prensa, que ya conquistó, para honra de Boyacá y de Colombia, los lauros de la gloria imperecedera.
Crecimos y aprendimos a interpretar el sabio oficio de la lectura en sus libros, en ‘La rebelión de las ratas’, esa novela obligada de la asignatura de español y literatura que leímos con asombro, devoción y respeto. Hasta la tumba nos acompañará el fantasma de Rudecindo Cristancho, el humilde carbonero que nos enseñó la parábola del coraje, de la lucha por lo que nos pertenece, del derecho a ser tratados como seres humanos, no como bestias.
Fernando Soto Aparicio fue nuestro tutor, el guía que nos confirió las primeras luces de esa memoriosa lección de vida, que queda corta ante la brevedad de la muerte. Lo sigue siendo a través del tiempo, hoy cuando su novela cumbre, ‘La rebelión de las ratas’, está cumpliendo 53 años de haber sido publicada. Y con ella, cincuenta y cinco libros más en diferentes géneros: narrativa, ensayo, poesía, cuento. Un récord en la literatura colombiana.
‘Mientras llueve’, ‘Camino que anda’, ‘Hermano Hombre’, ‘La cuerda loca’, ‘La demonia’, ‘Los últimos sueños’, ‘Puerto Silencio’, ‘Viaje al pasado’, ‘Después empezará la madrugada’, ‘El hombre creó a Dios’, ‘Quinto mandamiento’, y el más reciente, ‘Todos los ríos son el mismo mar’, son algunos de los títulos que han abonado los fecundos surcos de la narrativa contemporánea. Está en mora que el Estado le reconozca con creces la ininterrumpida labor que, en aras de la sapiencia y la cultura, viene ejerciendo el admirable escritor boyacense.
¿Nos haría usted el favor maestro de obsequiarnos una versión actualizada de ‘La rebelión de las ratas’?
“Lo que yo pienso es que el libro ha conservado toda su vigencia a través de medio siglo y en la actualidad hay las mismas ratas de siempre”.
¿Cuál de todas ellas es la más peligrosa?
“Yo creo que todas representan una misma medida de peligro”.
A propósito, ¿cuántos años está cumpliendo su memorable novela, ‘La rebelión de las ratas’?
“Este año se cumplen 53 años de la primera edición, ganó un premio internacional de novela auspiciado por Plaza y Janés de Barcelona”.
¿Sigue siendo texto obligado en las aulas escolares?
“Por supuesto. En la actualidad lo están leyendo mucho más que hace 50 años. Y es texto en casi todos los colegios del país, junto con por lo menos ocho o diez de mis libros”.
¿En qué momento, maestro, ha escrito 55 novelas? ¡Vaya récord!
“Las he escrito a través de 55 años de estar publicando libros dentro y fuera de Colombia”.
¿Cómo es el rigor de su trabajo literario?
“Soy muy disciplinado, porque a más de los libros he publicado centenares de artículos en periódicos y revistas, y he escrito más 5 mil libretos para programas dramatizados de televisión”.
¿Se escribe mejor en la edad otoñal?
“Yo creo que sí, porque la literatura es un espejo de la vida y la experiencia enriquece tanto al autor como al libro”.
¿Cuál es su visión de la nueva literatura colombiana?
“Hay escritores jóvenes que ya han realizado una obra de proyección internacional, y yo soy muy optimista respecto a la importancia de esta literatura en el mundo”.
¿Y qué opina de la literatura del ‘glamour’ en Colombia?
“Me parece que los autores y los libros se ganan un derecho a la permanencia con el profesionalismo y la calidad de su obra”.
¿Qué novela actual lo ha impresionado?
“No tengo una novela que pueda considerar preferida. Soy un lector constante de cuatro o cinco libros por semana y todo lo que leo me parece que llena un espacio de mi curiosidad literaria”.
¿Qué le recomienda a un escritor que se inicia en el oficio?
“Primero, leer mucho, y segundo, perseverar por encima de todos los fracasos y de todos los tropiezos”.
¿Qué rigor debe tener?
“Debe entender que la literatura no es un ‘hobby’, ni un trabajo de fin de semana, sino que requiere de la entrega completa de toda una vida”.
¿Cuál es su opinión del periodismo que de diez años para acá se hace en Colombia?
“Creo que hay una parte que se salva y esa parte es la que no cae en el sensacionalismo de la noticia pasajera”.
¿Por qué no volvió a escribir en los diarios?
“Los periódicos me cerraron sus puertas sin que hasta el momento sepa por qué. Mucha gente pregunta por mí, inclusive en las emisoras, porque no volví a aparecer en los periódicos, y la gente cree que hace rato estoy convertido en el ángel de la guarda de Sofía Vergara”.
¿Y a qué se dedica en la actualidad?
“Trabajo como asesor del departamento de humanidades de la Universidad Militar ‘Nueva Granada’, en Bogotá”.
¿Cómo le ha tomado el pulso al país?
“Creo que vamos hacia adelante, que hemos tenido y tendremos muchas caídas, pero que somos capaces de volvernos a parar y seguir andando”.
¿Lo hiere ese capitalismo brutal por el que estamos atravesando?
“Creo que es una circunstancia de la historia, y las circunstancias pasan, pero la historia queda”.
Y, el tema de la violencia, ¿nos acostumbramos a ser masoquistas?
“La violencia es una constante de la humanidad, desde que el primer cavernícola le pegó un garrotazo a su vecino”.
¿Cómo ha fluido su novela, ‘Todos los ríos son el mismo mar’?
“Ha ido fluyendo como los ríos, tropezándose con las rocas de la iglesia, de la hipocresía, de la mojigatería, y de todos aquellos que siguen asustándose con la vida y espantándose con la muerte”.
¿Cuál es esa lección de honor que le ha dejado el paso de los años?
“Aprender, precisamente, que el amor es lo único que puede salvarnos”.
¿Y qué es para usted el amor?
“Para mí el amor es la confirmación de que existe un Ser supremo”.
¿De qué se ha venido desprendiendo?
“De las hojas de cada día, como cualquier almanaque”.
¿Cómo transcurre su soledad?
“Casi nunca me siento solo. Tengo una familia y una mujer que me alumbran la vida”.
¿Piensa en la muerte?
“La muerte es el sello de esta moneda de la vida con la que vivimos jugando siempre”.
Y después de la muerte, ¿qué?
“Esa es la gran pregunta y desde allá nadie ha venido para contestarla”.
¿Cuál sería su último deseo?
“Morirme escribiendo frente al computador”.
0 comentarios