sábado, 17 de mayo de 2025

Cómo es vivir de posar desnuda a los 73 años; ser madre, abuela y bisabuela, y terminar envejeciendo con la mamá

 

Cecilia Poveda lleva 43 años como modelo de artes plásticas en universidades y talleres de Bogotá, y ha inspirado obras de grandes maestros como David Manzur y Fernando Botero. Esta es su fascinante historia. (Foto composición de Susana Carrie inspirada en 'Almuerzo sobre la hierba', de Édouard Manet) 

 Ricardo Rondón Chamorro 

Fotos: Ricardo Rondón 

 La última vez que Cecilia Poveda, de 73 años, posó desnuda ante un grupo de estudiantes, fue ayer, en la facultad de Artes Plásticas de la Universidad de los Andes. Su primer desnudo lo hizo hace 43 años, con los alumnos de la Escuela de Bellas Artes del Distrito, en el barrio Las Ferias, de Bogotá.

"La primera vez se me escurrió el sudor de la pena", remite Cecilia ruborizada en una panadería de Cajicá (Cundinamarca), y se abanica el rostro con la mano. Se podría afirmar que, Cecilia Poveda, nacida en el barrio Policarpa Salavarrieta, es la modelo de artes plásticas más antigua y vigente, por lo menos en la capital.

'Ceci', o 'Cexi', como bromean con ella los estudiantes para quienes posa bajo la orientación de maestros de dibujo y pintura, posee un cuerpo macizo de redondeces proporcionadas y piernas portentosas, que se asemeja al de las 'Ritas', de Enrique Grau; las 'Venus' y las 'Gracias', de Rubens'; las majas goyescas; o las alegres cabareteras de Fernando Botero, para quien Cecilia posó en un documental.

En los provechosos tiempos de Peter Paul Rubens, Cecilia Poveda hubiese sido una de las modelos consentidas del artista flamenco que idealizó y plasmó el realismo femenino en su crudeza y voluptuosidad, como aparece en su 'Venus herida por una espina'. 

De espinas, Poveda da cuenta de varias en el relato del cuerpo, pero más en el del alma. Del cuerpo, una prótesis en acrílico que le implantaron en la cadera a raíz de una displasia, y dos platinas en ambas manos, por fracturas en un accidente casero. 

Del alma, las durezas de la vida por la orfandad y la pobreza, desde la infancia: la ausencia de un padre al que nunca conoció, y una madre a quien escasamente veía porque trabajaba en casas de familia para lograr el sustento de la crianza de ella y de su hermana María de Jesús.

Cecilia nació en el barrio Policarpa Salavarrieta, de Bogotá, hace 73 años. Es una mujer que no se ha dejado vencer por la adversidad

"Me crie entre la casa de mi mamá, la de mis abuelos maternos y la de una tía -expresa Cecilia-. A los 13 años yo también me fui a trabajar como doméstica, hasta los 18, cuando me casé y tuve dos hijos, que me han hecho abuela y bisabuela". 

"A los 23 me separé. Y, de ahí en adelante he trabajado en lo que me ha salido: de cocinera, de estilista, en una fábrica de pegantes, como cajera en la panadería El Cometa, en el Whopper King, y en las pastelerías Joyce y Cyrano".

-Cecilia, ¿y cómo resultó modelo de artes plásticas?

Ah, eso fue chistoso. Cyrano fue mi última coloca formal. Estaba por cumplir 30 años. Yolanda Lizarazo, una amiga que trabajaba en la Universidad Nacional, a quien agradezco, me dijo que estaban necesitando una modelo en la Escuela de Bellas Artes del Distrito. '¿Modelo? ¿Y eso qué hay que hacer?', pregunté. 'Vaya rápido que allá le explican', contestó. Y arranqué.

De entrada, me pusieron a ver un documental de La Academia de Carrara (en Bérgamo, una de las escuelas de pintura más importantes de Italia). Apareció una mujer trozuda, como yo, desnuda y sentada en una silla que giraba sobre una plataforma. Ahí se me empezaron a calentar las mejillas. “Dios, ¿y esto qué?", pensé...

Tal y como dijo mi amiga, me explicaron de qué se trataba el trabajo. Modelo de artes plásticas: posar desnuda, semidesnuda y a veces con ropa para las clases de dibujo y pintura de los alumnos. Jamás había escuchado de un empleo como ese, pero me le medí. Sudé la primera vez como si estuviera en un sauna, pero poco a poco le fui cogiendo el tiro. Y en esas estoy hace ya 43 años.

De Manzur a Botero 

En sus 43 años de trabajo, la lista de artistas para los que Cecilia Poveda ha posado, es interminable. Recuerda a Freda Sargent (una de las mujeres de Alejandro Obregón), a David Manzur, a quien contactó en el directorio de Páginas amarillas. "Era muy estricto, pero pagaba bien. Tenía el estudio en Chapinero alto. Allí posaba de 9 a 12 del día y de 2 a 5 de la tarde".

Cecilia también hace memoria de artistas y docentes como Luz Helena Caballero, Elma Pignalosa, Rosa Álvarez, Augusto Rendón, Ángel Lockhart, Pilar Aparicio, Pilar Copete, Augusto Ardila. "Es que son muchos -agrega-, entre todos, el maestro Fernando Botero, a quien le posé con un cigarrillo, como una cabaretera, para el documental de la BBC".

Además de su trabajo de casi todos los días en las facultades de Bellas Artes de Los Andes y La Javeriana, la Escuela de Artes Guerrero, y con artistas independientes como Camilo Calderón, de Taller 301. "Artistas, profesores, alumnos, todos muy cultos y respetuosos", celebra Cecilia.

-Cuando trabajó en casas de familia, ¿sufrió algún abuso?

Sexual, no. Laboral, sí. Era muy humillante, empezando por la palabra "sirvienta", que escuchaba a cada rato, mientras una se quebraba el espinazo fregando ropa ajena con jabón de bola sobre lavadero de piedra. Imagínese, yo apenas era una criaturita.

De abuso sexual solo me pasó un chasco en una buseta. Cuando me iba a bajar, un degenerado me tocó las nalgas, y se me salió el Poveda: lo agarré a tacón hasta que me lo quitaron. Es que yo de joven me mandaba tremendo cuerpazo, que lucía con minifalda, medias veladas y de malla, pero !ay! del que me llegara a irrespetar, sentencia Cecilia con su humor ácido.


De origen humilde, Cecilia Poveda se hizo modelo de artes plásticas luego de haber trabajado en casas de familia, en panaderías, como cocinera y estilista  

En abril de 2024, Poveda pasaba angustias por la deuda de 70 millones de pesos de una casa en Cajicá que tenía a nombre de ella y su hija. La periodista y gestora cultural Pilar Cabrera lideró una campaña con artistas que donaron obras para una subasta, cuyo recaudo saldó la obligación. El abogado Carlos Linares no cobró por la gestión.

La premiada fotógrafa Susana Carrie donó una pieza de composición magistral, donde aparece Cecilia, inspirada en 'Almuerzo sobre la hierba', de Édouard Manet. "Como caídos del cielo, me ayudaron. Viviré eternamente agradecida con ellos, sobre todo con Pilar (Cabrera), que fue la de la iniciativa, y con el doctor Linares, mis ángeles", relata conmovida la señora modelo.

Inspiradora

Luz Helena Caballero, notable artista plástica y profesora de la Universidad de los Andes, comenta que conoció a "Ceci" cuando estaba en el colegio y tomaba clases en el taller de David Manzur. 

"Ella era una de las modelos y posaba para las clases de dibujo del cuerpo. Después la volví a encontrar en la universidad (Los Andes), también como modelo para estudiantes. A lo largo de estos años reconocí su personalidad alegre y entusiasta y se convirtió en mi modelo favorita y en mi amiga".

"Ceci tiene una figura especial por la potencia y la belleza de su cuerpo, fuerte y masivo, en contravía del estereotipo común. Recuerdo el esfuerzo enorme que ella hizo en época de pandemia para mis clases. En su casa adecuó un escenario para posar, y por zoom, tener un material que me permitiera cumplir con el programa. Gracias, Ceci, por ser como eres", subraya la maestra Caballero.

Nicolás Cárdenas, profesor de Artes Plásticas en la Universidad de Los Andes, de hace 20 años (hijo del reconocido maestro de la pintura Santiago Cárdenas), se refiere de Cecilia Poveda como una modelo de cualidades natas, que ha cumplido a su trabajo como una gran profesional. 

"Hoy en día no hay una escuela donde se aprenda a modelar. Lo más próximo son las escuelas de teatro. Cecilia aprendió en la práctica, entablando una relación integral con artistas, docentes y alumnos. De ella resalto su naturalidad, porque sin tener una formación académica, es una modelo genuina y honesta con su trabajo".

"Sus formas voluptuosas son formidables para el arte, porque facilita ver cómo la luz se refleja en su piel, generando la ilusión del volumen, al tiempo que logra conectar para que los alumnos se apropien sin dificultad de una lectura fidedigna de su cuerpo, que es ideal en la formación de artes plásticas. Pero, además de su virtud profesional, Cecilia es un gran ser humano".

Los testimonios de Caballero y Cárdenas descartan de tajo las amañadas posturas convencionales del cuerpo femenino como instrumento estético, que siguen primando en la moda, la publicidad, la televisión y en la vida cotidiana, toda vez que la dictadura de la gordofobia no tolera un kilo de más. Con Cecilia Poveda nunca sucedió, pero ella se lo llegó a tomar a pecho:

"Hace años, para una prueba de estudio, estaban unas modelos que llaman de 'medidas perfectas', delgadas, muy estilizadas. Uy, y yo con este cuerpo, pues me achanté. Duré un tiempo sin posar, hasta que un día el maestro Augusto Ardila me llamó para reclamarme por qué no había vuelto, y le conté lo de mi achante con las curvilíneas. '¿Usted fue que se volvió boba, o qué?, véngase para el taller que aquí la espero’".

Envejecer con la mamá


 
En este sofá de la casa de Cecilia, en Cajicá, hay 233 años: Ana Isabel, la madre, de 94; María de Jesús, de 66; y Cecilia, de 73

-Fuera de su trabajo de modelo de artes plásticas, ¿tiene alguna otra ocupación, Cecilia?

Claro que sí. A las 5 de la mañana ya estoy despierta rezando el rosario. A veces madrugo más para sacar las citas médicas de mi mamá. De ahí, a hacer otras vueltas pendientes, mercar, por ejemplo. Tejo en dos agujas, para mí y por encargo, y como estilista a domicilio hago cortes, tintura, cepillado, depilación con cera, pedicura y manicura. Toca rebuscar el billetico que cada día está más desvalorizado.

Cecilia está a un par de cuadras de llegar a su casa en el barrio Río frío La palma, de Cajicá. Lleva en sus hombros un morral y una cartera. En el morral, un mercado de diario; en la maleta, aderezos de mujer, un ovillo de lana y el tejido por terminar de un buzo. 

Cecilia pasa por el frente de un potrero donde la vaca 'Vecina' la saluda con un mugido. En el hogar la esperan Ana Isabel, su señora madre, y María de Jesús, su hermana, que en la cocina lava los trastos del almuerzo. En el comedor hay un altar alumbrado donde custodian la Virgen María, el Señor de los Milagros, San Benito, San Antonio y San Miguel Arcángel.

Fijados de la pared frontal de la sala penden un Santo Cristo, la Virgen de la Merced y la Virgen de Guadalupe. Las tres mujeres toman asiento y posan para la foto con Luna, su perrita lanetas. En el sofá reposan 233 años: Ana Isabel, la madre, de 94; María de Jesús, de 66; y Cecilia, de 73.

Ana Isabel Poveda, oriunda de Anolaima, crío sola a sus hijas, y con ahorros de una vida entregada al trabajo en casas de familia, levantó en Cajicá una amplía vivienda de dos pisos, con una huerta trasera donde crece cidrón, hierbabuena, poleo, ruda, toronjil, romero, y un brevo donde la perrita se purga.

A los cuatro meses de nacida, María de Jesús sufrió una meningitis que le desconfiguró su sistema cognitivo. Silente y de mirada dulce, María inspira un soneto místico de Santa Teresa de Ávila. Ha vivido siempre con su mamá. Es hacendosa, le gusta cocinar.

Cecilia complementa que, después del acabose de su matrimonio, tuvo dos relaciones más que terminaron, y que hace 12 años volvió a vivir con su mamá y su hermana.

Le pregunto:

-¿Cómo es ser madre, abuela y bisabuela, y al final terminar envejeciendo con la mamá y la hermana?

Un privilegio de tenerla viva y cuerda, porque se acuerda hasta de lo que no debería acordarse. Ella ve por sí sola. No le gusta que le ayuden. A veces discutimos por pendejadas, porque ella tiene su genio y yo el mío. Rabietas de viejas, pero al rato se nos pasa. Y, pues mi hermana, ella es una almita de Dios, y la adoración de la casa. 

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