El actor español Javier Cámara en su rol estelar del médico Héctor Abad Gómez
La
película de Fernando Trueba, basada en el libro de Héctor Abad Faciolince, es
una bella y conmovedora obra, impecable y para la posteridad
Ricardo
Rondón Chamorro
(...) Yo quería a mi papá
con un amor que nunca volví a sentir hasta que nacieron mis hijos. Yo sentía
que a mí nada me podía pasar si estaba con mi papá. Y siento que a mis hijos no
les puede pasar nada si están conmigo. Es decir, yo sé que antes me haría
matar, sin dudarlo un instante, por defender a mis hijos. Y sé que mi papá se
habría hecho matar, sin dudarlo un instante, por defenderme a mí (...).
Esto escribía Héctor Abad
Faciolince, con el corazón hecho un puño, veinte años después de aquel fatídico
día, 25 de agosto de 1987, cuando deshecho, inconsolable, se aferraba al cuerpo
inerte de su padre, el médico Héctor Abad Gómez, acribillado por sicarios en
moto, en una calle del centro de Medellín.
Seguramente, sin dudarlo un
instante, el joven escritor también habría dado su vida por salvar la de su
progenitor, pero ya era demasiado tarde.
Destrozado ante la repentina
tragedia, en medio de la zozobra y el miedo de una Medellín, la de los años 70
y 80, azotada por el tartamudeo de las metralletas y los pistoletazos de los
gatilleros al servicio del narcotráfico y el paramilitarismo, Héctor Abad
esculcó en las vestiduras del yacente padre, y en el bolsillo del saco encontró
un recorte de papel escrito a mano.
Era un soneto inédito de
Jorge Luis Borges, que el galeno había leído en mayo de ese mismo año en un
programa radial. El poema dice:
Ya
somos el olvido que seremos
El
polvo elemental que nos ignora
Y
que fue el rojo Adán y que es ahora
Todos
los hombres y que no veremos.
Ya
somos en la tumba las dos fechas
Del
principio y el término.
La
caja, la obscena corrupción y la mortaja
Los
tiempos de la muerte, y las endechas.
No
soy el insensato que se aferra
al
mágico sonido de su nombre.
Pienso
con esperanza en aquel hombre
que
no sabrá que fui sobre la tierra.
Bajo
el indiferente azul del cielo
esta
meditación es un consuelo.
El director español Fernando Trueba, dirigiendo al protagonista
El soneto borgiano se hizo
epitafio en el sepulcro del médico, y a su vez inspiró un poderoso libro,
"El olvido que seremos", un tributo a la vida y al amor (al amor
filial), pero también un acto de redención y esperanza que trasciende más allá
de la muerte.
Desde 2006, cuando se
publicó, el libro no ha cesado de replicarse en nuevas ediciones, en traducirse
a varios idiomas, y en convertirse en un testimonio de culto y de estudio en
facultades de periodismo, literatura y sociología. Sobre el mismo, su hija,
Daniela Abad, en compañía de Miguel Salazar, realizó un profundo y revelador
documental titulado "Carta a una sombra". Después vendría un
audiolibro, narrado en la voz de su autor.
Solo faltaba una película,
que ni siquiera al escritor de "El olvido que seremos" le había
pasado por la mente. Se la sugirió uno de sus cercanos amigos, Gonzalo Córdoba
Mallarino, directivo de Caracol Televisión, después de haber quedado impactado
con la lectura del libro.
Abad Faciolince pensó que el
director ideal para ese proyecto sería el español Fernando Trueba, con quien
había compartido años atrás en un Hay Festival, y a quien admiraba por su obra
cinematográfica, en especial por "Belle Epoque" -laureada con el
Óscar en 1994 a Mejor película en habla no inglesa-, y a finales de 2017 no
vaciló en enviarle un mensaje para proponérselo.
Trueba, al principio, se
abstuvo del ofrecimiento, porque había leído su sentido manifiesto, que además
de bello, le pareció muy íntimo y personal: una declaración de amor a su padre
y a su entrañable familia.
Sin embargo, después de
posteriores conversaciones, terminó aceptando, con la condición de que Héctor
adaptara su libro para llevarlo a la pantalla, pero el escritor le pidió que no
le hiciera ese encargo de revivir su doloroso episodio, y que además no era guionista.
Fue su hermano, David
Trueba, experimentado narrador cinematográfico, el que tiró de la carreta de la
adaptación, y una vez puesto el punto final, los pasos a seguir corrieron por
cuenta de la acreditada productora de Dago García y su filial Caracol.
Javier Cámara y el actor colombiano Juan Pablo Urrego, intérprete del joven escritor
¿Pero quién iba a
interpretar a Héctor Abad Gómez? Fue su hijo, el escritor, el que le sugirió a
Fernando Trueba que el más parecido en su físico, en el rostro y en la calva de
su padre, era el virtuoso y multipremiado actor español Javier Cámara, a quien
no le fue difícil paladear el acento paisa para redondear una viva y asombrosa
postal del eminente y consagrado médico.
El coprotagónico femenino le
fue asignado a la talentosa actriz colombiana Patricia Tamayo, que perfiló una
fiel semblanza de doña Cecilia Faciolince, esposa del doctor Héctor Abad, y
nutrieron la nómina criolla Juan Pablo Urrego, como el joven escritor; Aída
Morales, Laura Londoño, María Teresa Barreto, Elizabeth Minotta, Camila Zárate,
Laura Rodríguez, Gustavo Angarita, Kepa Amuchastegui, entre otros.
La película se rodó en gran
parte en Medellín, y en ese periplo siguieron las huellas del médico en la
facultad de medicina de la Universidad de Antioquia, donde fue catedrático, y
en la Fundación Hospital San Vicente de Paul, escenario de su apostolado.
En septiembre de 2019, dos
años después de la memorable encomienda que le hizo al director Fernando
Trueba, Héctor Abad Faciolince veía conmovido "El olvido que
seremos", "detrás de una cortina de lágrimas", como lo ha dicho
en varias ocasiones. Luego la compartieron en familia. Doña Cecilia, sus hijas
y sus nietos, igual expresaron una profunda emoción pasada por el llanto.
Al año siguiente, y en medio
del caos de la pandemia, "El olvido que seremos" se citaba en el
palmarés de selección del Festival de Cannes, y al poco tiempo clausuraba el
Festival de San Sebastián, el más importante de la cinematografía en habla
hispana.
El autor y su enorme y profundo testimonio
A comienzos de 2021, cuando
la siniestra peste hervía en Colombia en su segundo pico, nos asomábamos
orgullosos al Premio Goya (el Óscar español), otorgado a "El olvido que
seremos" a Mejor Película Iberoamericana.
A partir de esos fortuitos
acontecimientos, curábamos los insomnios releyendo el libro, mientras
esperábamos ansiosos el estreno de la película, después de ser aplazada varias
fechas por temor y prevención del contagio.
Por fin, luego de quince
meses de cierre, el 15 de junio de 2021, las salas de Cine Colombia reabrieron
sus puertas con "El olvido que seremos", y un público que en su
primer día de exhibición salió conmovido ante una magistral historia que toca
en su hondura las fibras, y que reafirma -como dice el escritor Gustavo Álvarez
Gardeazábal- ese sino nefasto al que nos hemos venido acostumbrando en
Colombia: "siempre esperando que la violencia nos saque adelante".
Paradojas de un retrato que
arroja sombrías tonalidades del ayer y el ahora, el estallido social represado
por el agobio de la pobreza, la miseria, el desempleo, la corrupción, la
ineptitud y la mentira estatal, con decenas de muertos y cientos de heridos de
ambos bandos, de los que protestan en calles y plazas a bandera limpia, y de
los uniformados con la arremetida voraz de sus armas y detonantes: una cruenta
batalla entre el mismo pueblo, el rendido y desesperado, el mal pagado y
humillado, el negado a las oportunidades.
Javier Cámara, Patricia Tamayo, y parte del elenco que encarna a la familia
"El olvido que
seremos", en pantalla, es un precioso fresco de una familia de clase media
paisa, donde la cabeza es un eminente epidemiólogo que en su lucha por ejercer
con honestidad y vocación su profesión, por garantizar la salud pública, y
abogar por la sanidad preventiva y las campañas de vacunación contra las pestes
y males que aquejan a la población infantil en los sectores desamparados, se
gana la enemistad oficial que lo señala de contestatario y comunista.
Su vida se reparte entre el
amor y la dedicación a su familia -en especial
a su hijo Héctor, el único varón entre cinco mujeres-, y la misión
encarecida como profesional de la medicina, ya como docente encausado en la
enseñanza con valores, criterio y libertad, o en la actividad hospitalaria
ejercida con rigor y alto sentido humano, en miras y favores hacia los
desprotegidos, lo que aumenta la ira de sus contradictores.
En
la casa vivían diez mujeres, un niño y un señor. Las mujeres eran Tata, que
había sido la niñera de mi abuela. Tenía casi cien años y estaba medio sorda y
medio ciega; dos muchachas del servicio, Emma y Teresa, y mis cinco hermanas:
Maryluz, Clara, Eva, Martha y Sol Beatriz; mi mamá y una monja. El niño, yo,
amaba al señor, su padre, sobre todas las cosas. Si cierro los ojos, puedo oír
su voz recia, gruesa, enfrentada a mi voz infantil.
Así recuerda Abad Faciolince
a su padre, el médico, en su libro, como el padre predijo que el hijo lo
recordaría. Y, al pie de la letra, se cumplió esta memoria en su pulpa, que
irrumpió en documental, en audio libro, en película, y hasta en una hermosa
novela gráfica creada por el artista y diseñador catalán Tyto Alba, que con
dibujos y acuarelas narra para todos los públicos la historia de amor de un
médico colombiano por su familia y su profesión.
Si la novela cautiva en cada
párrafo por su sensibilidad, su belleza literaria, y su poderosa carga
emocional, la película se hace delicada, universal y cómplice con el gran
relato.
Con "El olvido que
seremos", los Trueba y el gran equipo técnico, actoral y de producción,
han pincelado una obra impecable y para la posteridad. La trama se refleja como
impronta en el sentir del espectador de a pie, lo ajusta a su realidad, remueve
la inconformidad y la eterna desazón de un país donde se amenaza y se asesina
al que piensa diferente, y se empeña en hacer el bien, y donde los
aniquiladores virus de la crueldad y la impunidad imperan.
Solo el arte y la
imaginación como únicas vacunas de redención.
(Qué afortunada coincidencia
que justo en este mes de junio, y en la tan anhelada y paciente reapertura de
salas, se hayan fijado en cartelera dos enormes películas: "El olvido que
seremos" y "The father", con las monumentales actuaciones de
Anthony Hopkins y Olivia Colman).
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