viernes, 16 de octubre de 2020

Gabriel Eisenband Gontovnik: "Soy un perseguidor de la luz"

Gabriel Eisenband Gontovnik, fotógrafo barranquillero, infatigable retratista de las maravillas naturales de Colombia. Foto: Facebook

Es la primera vez que un fotógrafo colombiano se hace acreedor del premio de fotografía más importante de naturaleza en el mundo: el Wildlife Photography Award 

Ricardo Rondón Chamorro

“En las altas laderas del Cocuy florecen amarillos los senecios, mientras que el imponente Ritak’uwa se alza sobre la niebla en una tarde azul. Muy honrado me siento que esta imagen haya sido galardonada con el premio a la mejor fotografía en la categoría de Plantas del prestigioso Wildlife Photography Award”, escribió Gabriel Eisenband Gontovnik, en su cuenta de Facebook, en la mañana del miércoles 13 de octubre de 2020.

Gabo, como le dicen su familia y sus amigos, fotógrafo de grandes cumbres, barranquillero, 45 años, descendiente de inmigrantes alemanes y polacos, celebraba en su refugio de Bogotá el prestigioso galardón patrocinado por el Museo de Historia Natural de Londres, en esta oportunidad y en 56 años de historia del concurso, concedido por primera vez a un colombiano, inspirado en los senecios (senecio niveoaureus), preciosos frailejones, guardianes del Nevado del Cocuy, santuario natural de Boyacá, Colombia.

“Composición, luz y paciencia”, son los elementos esenciales de Eisenband en su oficio de fotógrafo de la naturaleza, con el que ha transcurrido por veinte años, luego de descartar la zona de confort como gerente de compras de una prestigiosa empresa, y dar un vuelco radical a su vida, como él subraya: elegir para siempre la montaña como su “nueva oficina”.

De los elegantes vestidos Carlos Nieto, sus camisas de cuello sanforizado, fino calzado y costosas corbatas, pasó a la ropa ruda de escalador, botas todoterreno y morrales que ocupan su sofisticado equipo de fotografía. Y en ese tránsito de explorador y descubridor de la naturaleza, dice haber aprendido a reconocerse en el adentro, en lo espiritual y revelador que ofrece el paisaje, esa diversidad de la que Colombia es referente privilegiado en el mundo.


La foto ganadora, inspirada en los bellos frailejones del Nevado del Cocuy. Foto: Facebook 

Así se fue adaptando a ese nuevo estilo de vida, traducido en la soledad absoluta del hombre, solo en contacto con la naturaleza y sus imponentes catedrales: Chingaza, Sumapaz, Chiribiquete, La Guajira en su inmensidad y misterio, la Sierra Nevada de Santa Marta, Los Farallones de Cali, el Parque Nacional de Utría, la Orinoquía, la Amazonía, el Parque Nacional El Tuparro, el Páramo de Santurbán, y para él, las playas más extensas y bellas de arena perlada que existen en Colombia, las de Sanquianga, en el Pacífico, jurisdicción del departamento de Nariño, con su impresionante ecosistema de manglares, que integran el parque natural que lleva su nombre, entre otros paraísos colombianos.

Eisenband, en sus 45 años de vida, ha recorrido 41 de los 46 parques nacionales que ostenta Colombia, y de ellos tiene un admirable testimonio gráfico, representado en un libro de gran formato publicado por Villegas Editores. Se duele, que por prevención ante los desmanes de esta absurda guerra que no cesa, le obligue privarse de conocer y tomar impresiones en sus cámaras de parajes edénicos como Nukak, Paramillo y el Catatumbo.

Su único credo, respetando los demás, está sintetizado en una frase del fallecido escritor y ambientalista estadounidense Edward Paul Abbey, que trabajó como guardabosques del National Park Service: “El amor por lo salvaje es una expresión de lealtad hacia la tierra que nos sostiene. Es el único hogar que deberíamos conocer, el único paraíso que necesitamos si solo lo pudiéramos ver”.

Eisenband, desde la virtualidad, en el instante de la presentación de su premio. Foto: Facebook 

Eisenband -que en alemán significa banda de hierro por donde se desplaza el ferrocarril- argumenta que su proyecto de vida ha sido y será Colombia, y que la fotografía para él no es un trabajo ni un pasatiempo de aventurero sino un ritual que lo retroalimenta física y espiritualmente, y que lo vive desde que abre los ojos bajo una carpa instalada en lo más alto de una montaña, hasta el crepúsculo, con los últimos rayos del sol, en un paciente seguimiento de la luz precisa, la hora azul, que el artista del lente llama, como la que lo sorprendió en el pico mayor del Nevado del Cocuy, en Boyacá, que le confirió el pasado miércoles uno de los premios más importantes de fotografía de naturaleza del planeta: el Wildlife Photography Award.

“Soy un perseguidor de la luz”, resume el galardonado fotógrafo barranquillero, que celebró su logro en su apartamento a través de la virtualidad, distante de las montañas y el rumor de los ríos que las circundan, esa música natural, que al igual que las partituras de Chopin y de Schubert, le permiten transportarse a esferas cósmicas sin desprender sus botas de la tierra.

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